Los claroscuros de Biden

La popularidad que suscita en México la aparente prudencia diplomática de AMLO puede ser un gran logro de política interior, pero no compensa los inminentes riesgos en lo que concierne a la política exterior.
18 Noviembre, 2020

Es de esperar que la presidencia de Biden tenga un trato más profesional y menos áspero hacia el gobierno mexicano que la de Trump, pero esto no obsta para que dentro de tales límites se hagan sentir fuertes presiones. Con el nuevo gobierno americano surgirán grandes oportunidades en materia económica y social, impensables de haberse concretado la reelección, pero también severos riesgos.

Biden piensa arrancar el desahogo de su agenda a toda velocidad, pese a los obstáculos de Trump, de ahí la importancia de un pronto reconocimiento mexicano de su triunfo, y así entrar en los mejores términos a una serie de ensayos y errores a entender y suavizar. Esa posibilidad se ha perdido y habrá que evitar más trastabilleos diplomáticos en tres áreas centrales de la relación México-Estados Unidos: el comercio, la migración y la seguridad nacional.

En materia comercial es impensable un gobierno demócrata que sorpresivamente amenace con aranceles y bloqueos al comercio binacional, como lo hizo Trump. Es previsible una mayor estabilidad en el uso de medidas proteccionistas y al recurrir a los órganos establecidos para la resolución de disputas, lo que no significa ni la desaparición de las primeras ni el estricto acatamiento de las disposiciones de los segundos por parte de nuestro vecino.

En contrapartida, Biden y sus aliados empujarán la formalización de instrumentos para vigilar que México se ajuste a sus leyes laborales y a regulaciones ambientales. La experiencia de los “acuerdos paralelos”, laboral y ambiental, planteados por la administración Clinton para el extinto Tratado de Libre Comercio de América del Norte marca esta ruta. La diferencia es que se procurará que las nuevas regulaciones tengan ‘dientes’ que no tuvieron las primeras.

En cuanto a la migración, el objetivo de los demócratas de abrir una vía a millones de extranjeros residentes en Estados Unidos para adquirir la ciudadanía significaría mejores condiciones de vida para los futuros mexicano-americanos, que podrían traducirse en un mayor influjo de remesas para México. Tal regularización migratoria no está garantizada, y menos estando pendiente establecer quién tendrá mayoría en el senado, pero es una señal positiva.

Para dar condiciones de legalidad a los migrantes existentes se endurecerían las medidas sobre los nuevos migrantes. En particular, se elevaría la efectividad de la vigilancia fronteriza, sin los desplantes del muro de Trump, lo que significaría un mayor número de deportaciones, como en la era Obama-Biden. No sólo eso, también se esperaría hacer explícitas las obligaciones del gobierno mexicano en la contención de los cruces ilegales.

Finalmente, la seguridad nacional, particularmente en lo que concierne al narcotráfico, cobrará mayor relevancia para Biden. Este podría continuar la regulación de ciertas drogas para uso medicinal y recreativo en la unión americana, con lo que podrá aliviar algunos focos de violencia y abrir oportunidades para su producción dento de la legalidad. Incluso, podría haber un mayor control del tráfico de armas hacia nuestro país.

Pese a lo anterior, es difícil que Estados Unidos simpatice con la legalización de la producción de drogas en México, y en consecuencia propicie su persecución con el mayor uso de la fuerza posible. Una mayor militarización del país no sería mal vista por el gobierno de Biden si esto significara menos narcotráfico y menor competencia para los productores de drogas suaves en los Estados Unidos.

El hecho de que el gobierno de López Obrador no haya felicitado a Biden por su triunfo tiene poca importancia en sí mismo. Lo preocupante es que muestra que no hay preparación para enfrentar los grandes retos que se avecinan. La popularidad que suscita en México la aparente prudencia diplomática de AMLO puede ser un gran logro de política interior, pero no compensa los inminentes riesgos en lo que concierne a la política exterior. 

 

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.