¿Podrá ChatGPT cambiar el mundo para siempre?

La semana pasada, tuvo lugar probablemente un evento que tendrá grandes repercusiones en nuestras vidas. No hablo de ninguno de los importantísimos acontecimientos de la agenda nacional en los cuales nos encanta perdernos, pensando que somos el centro del universo. Me refiero a la presentación de una de las Inteligencias Artificiales (IA) más avanzadas, ChatGPT, la cual promete cambiar para siempre el mundo en el que vivimos.
13 Diciembre, 2022

La semana pasada se hizo la presentación al mundo de ChatGPT una nueva Inteligencia Artificial (IA) que promete cambiar al mundo para siempre.

Sí, lo sé, con los avances que vemos a diario, ya debemos tener anticuerpos contra cualquier nueva “tecnología revolucionaria”. Sin embargo, esta vez es diferente. Creo que la última vez que sentí algo similar fue hace 25 años cuando tuve mi primera dirección de correo electrónico y conocí eso que se llamaba la Internet.

ChatGPT es un modelo de lenguaje natural desarrollado por la organización OpenAi, con sede en San Francisco, financiada, entre otros personajes por Elon Musk. Lenguaje natural significa que se puede conversar con ChatGPT como si se estuviera hablando con otra persona. La interacción con la inteligencia artificial (IA) se hace a través de una página web, previo registro, que se asemeja a una aplicación de mensajería instantánea: uno le pregunta a ChatGPT cualquier cosa y ella responde.

¿Qué se le puede preguntar a ChatGPT? Literalmente cualquier cosa. Puede usarse como una versión evolucionada de Google y preguntar datos e información general, ¿dónde está México?, ¿cuáles son sus principales productos de exportación?, ¿cuántas veces ha calificado la selección nacional a la Copa del Mundo? Las respuestas son precisas, en un lenguaje coherente y gramática impecable tanto en inglés o español.

A diferencia de otras aplicaciones, ChatGPT admite preguntas de seguimiento recordando conversaciones previas. Esta característica permite profundizar en las respuestas y abordar temas muy específicos. Sin embargo, las capacidades de ChatGPT van mucho más allá. Podemos pedirle que nos explique que es la superposición cuántica, que redacte un ensayo sobre las causas de la caída del Imperio Romano, que escriba un cuento para niños donde el protagonista sea un conejo gris, que escriba una canción de amor o un poema sobre la Copa del Mundo. Ver cómo ChatGPT va respondiendo estas solicitudes es una experiencia que mezcla emoción, sorpresa y escalofríos.

Y las capacidades ChatGPT no terminan ahí. Puede escribir código de computadora a partir de instrucciones básicas, escribir un contrato legal, proponer un plan de acción a partir de ciertas metas, un plan de entrenamiento de Yoga o una receta hecha con los ingredientes que tenga en mi refrigerador. Es más, le pedí que resolviera el examen final de mi curso de economía avanzada y ¡obtuvo 10! (el promedio del grupo fue 7). No estoy exagerando, todo es cierto porque yo mismo se lo he pedido en las ultimas semana y ChatGTP ha respondido a cada una de estas solicitudes con diligencia.

Después de la sorpresa y emoción inicial de conocer a ChatGPT creo que es normal ser asaltado por miles de preguntas sobre nuestro futuro. La primera de ellas, y creo que muy válida y práctica es ¿voy a perder mi empleo?, seguido de cuestiones más profundas como ¿y ahora cómo vamos a aprender los humanos?, o inclusive ¿qué es realmente lo que nos hace humanos?

El temor a que la tecnología sustituya el trabajo humano no es nuevo. Siempre la tecnología ha reemplazado a trabajadores, pero a la vez ha abierto nuevas oportunidades. En el siglo XIX los artesanos europeos temían que la máquina de vapor les quitara su empleo, pero la realidad es que la tecnología históricamente ha liberado a las personas de la carga de tareas aburridas y repetitivas. Hay menos trabajadores manuales gracias a las máquinas, pero más técnicos e ingenieros.

Lo que es inquietante con la IA es que el nivel de sustitución entre la máquina y el ser humano es abismal. Sin embargo, después de varios días de utilizar y trabajar con una IA, tengo algunas reflexiones que por primera vez van más allá de la especulación salvaje de los futurólogos.

Primero, una IA como ChatGPT es “entrenada” con información pública, es decir esta se limita a repetir, ordenar y estructurar conocimiento existente previamente “aprendido”. Es decir, por más estructuradas y gramaticalmente correctas que sean las respuestas de ChatGPT estas no son ideas originales. Curiosamente, desde el punto de vista legal esto es muy claro, por lo que la producción de la IA se considera parte del dominio público. Asimismo, ChatGPT nos va a dar una respuesta de “consenso” que difícilmente abordará visiones divergentes sobre un problema, aun cuando en algunos casos difíciles está entrenada para responder que existen otros puntos de vista.

De esta forma, la IA, al menos en su versión actual, se convierte en una herramienta poderosísima que simplifica el trabajo de investigación básica, ayuda a hacer revisiones bibliográficas, es una primera lluvia de ideas para problemas complejos y por supuesto mejora la estructura gramatical y estilo de cualquier trabajo escrito. La IA sin embargo, obliga a cuestionarnos lo qué es realmente un trabajo original. Si la IA puede hacerlo mejor que nosotros, probablemente lo que pensábamos que es creatividad simplemente era una rutina elaborada qué fácilmente puede dominar un algoritmo. Este cambio no es menor y probablemente sea muy difícil de asimilar.

ChatGPT no sustituirá todos los trabajos, pero pensar que no tendrá impacto alguno en el mercado laboral es ingenuo. Piense en todos los empleados de un despacho de abogados, una firma de consultoría, o un banco. Ahora imagine a todas las personas que puede sustituir una IA como ChatGPT. Son bastantes, pero la que más me inquieta es la posición de entrada, el analista o el pasante que ingresa en una organización para ser entrenado, aprender y crecer. Si la IA puede hacer su trabajo, entonces tendremos que repensar seriamente la trayectoria laboral en todo el sector servicios.

Y esta última reflexión nos acerca a la educación y la IA. ¿Ahora, qué es lo que tendrá sentido que enseñemos en las escuelas y universidades? Google ya nos había obligado a dejar atrás el modelo de educación donde aventamos datos a nuestros estudiantes y esperábamos a que nos los escupieran de vuelta.

Coursera ya nos obligaba como docentes a pensar qué es lo que podíamos ofrecer a nuestros alumnos, que no fuera accesible y gratuito a través de plataformas digitales. Ahora, si la IA puede responder cualquier pregunta, hacer un ensayo sobre cualquier tema y responder cualquier examen con puntuación perfecta ¿cómo será la educación? Y no menos relevante, ¿cómo vamos a entrenar a los profesionales del futuro?

Algo que escapa de las primeras interacciones con la IA, que podría ser obvio, pero no lo es, es que esta carece de propósito propio. Después de un tiempo de “hablar” con ella es posible notar que, a pesar de su manera perfecta de expresarse, esta carece de motivación o sentido. El saber por qué debo responder una pregunta, para qué quiero saber algo, en sí el propósito del conocimiento es algo que solo los humanos podemos hacer.

Esta última reflexión me recuerda el trabajo del neurocientífico Antonio Damasio, el Error de Descartes. Damasio, postula que la conciencia humana no puede entenderse como algo separado de su realidad física, la mente no se entiende sin el cuerpo, la inteligencia humana no se explica sin las emociones. Si Damasio tiene razón, la IA es una herramienta que resuelve el problema del pensamiento lógico y racional, y nos deja a los humanos la dificilísima tarea de imaginar qué hacer con ese pensamiento.

Sin duda, vivimos tiempos increíbles. Si usted gusta probar por sí mismo ChatGPT puede acceder sin costo alguno a esta herramienta en la siguiente liga: https://chat.openai.com/chat

Roberto Durán-Fernández Roberto Durán-Fernández Roberto Durán Fernández es profesor en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey. Es economista por el ITAM, cuenta con una maestría en economía por la London School of Economics y se doctoró por la Universidad de Oxford, especializándose en desarrollo regional. Ha sido consultor para el Regulador de Pensiones del Reino Unido, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento y la Organización Mundial de la Salud. En la iniciativa privada colaboró en la práctica del sector público de McKinsey & Co y la dirección de finanzas públicas e infraestructura de Evercore. En el sector público fue funcionario en la SHCP y en el Banco de México.