El 2 de octubre que quebró a México

La represión de ese día, en Tlatelolco hace 55 años, convirtió a los gobiernos posteriores en rehenes de una historia mezclada con mito.
2 Octubre, 2023
Movimiento estudiantil de 1968
Movimiento estudiantil de 1968
Econokafka

El 2 de octubre de 1968 quebró la trayectoria económica y política de México. Se hablaba entonces del “milagro económico mexicano”, como se denominaba también el formidable despegue de Japón y de Alemania, milagros que resultaron mucho más duraderos en esas dos economías.

La represión que tuvo lugar ese día en Tlatelolco hace 55 años convirtió a los gobiernos posteriores en rehenes de una historia mezclada con mito. Lo que iba a ser un año mágico para México se convirtió en sinónimo de tragedia, y así lo fue en más de un sentido. Ese día también se enterró el potencial de un país en ascenso.

Un reconocimiento olímpico

Elevado crecimiento, baja inflación bienestar al alza, pobreza claramente a la baja. Una clase media pujante, con acceso a oportunidades y empleos como nunca antes había experimentado el país. Esta era la economía mexicana desde 1954 gracias a una atinada devaluación en ese año y finanzas públicas cuidadas durante los sexenios de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.

En el periodo hubo dos titulares de la Secretaría de Hacienda, Antonio Carrillo Flores y Antonio Ortiz Mena, y un solo Director General (así se le denominaba al hoy Gobernador) del Banco de México, Rodrigo Gómez. Los Presidentes se metían poco en el manejo económico y dejaban a sus expertos a cargo. El periodo sería conocido como el “Desarrollo Estabilizador”.

El otorgar la Olimpiada 1968 a la Ciudad de México había sido un reconocimiento pleno a esa pujanza presente y al potencial futuro. Suena como una paradoja, pero el Comité Olímpico Internacional (COI) no se andaba con juegos al elegir una sede. Estas ciudades eran de países avanzados o con un claro potencial de serlo, lo que además implicaba cierta garantía de capacidad organizativa y financiera, así como estabilidad política (lo que no significaba entonces, ni tampoco hoy, tener un régimen político democrático).

Las Olimpiadas anteriores (Tokio 1964) habían sido en la capital de un Japón que ya despuntaba como potencia industrial, como lo harían posteriormente Corea del Sur (Seúl 1988) y China (Beijing 2008). Tampoco estorbaba el evidente entusiasmo deportivo del presidente López Mateos, así como su prestigio nacional e internacional.

En la reunión del COI en Baden-Baden, Alemania, de 1963 se tomó la decisión. El triunfo de la Ciudad de México fue contundente, venciendo en la primera ronda de votación a Detroit (Estados Unidos), Lyon (Francia) y Buenos Aires (Argentina).

La larga sombra de Tlatelolco

Apenas diez días antes de la inauguración tuvo lugar la represión de Tlatelolco. El Secretario de Gobernación, entre muchos otros, quedó marcado por el 2 de octubre.

Ya Presidente, Luis Echeverría inició una desastrosa búsqueda por la rápida redistribución de la riqueza y la aprobación de los jóvenes. Creyó que podía aplicar un mejor modelo económico, al que presuntuosamente denominó “Desarrollo Compartido”. Su receta fue aumentar desmedidamente el déficit público, lo que muy pronto trajo inflación e igualmente rápido necesitó de aumentar considerablemente el endeudamiento.

Necesitaba de un titular de Hacienda que lo complaciera, y lo encontró en un amigo de juventud que nunca había sido funcionario de la dependencia antes de encabezarla: José López Portillo. Como dijo famosamente el propio Echeverría, las finanzas nacionales se manejaban desde Los Pinos (entonces la residencia presidencial).

El resultado final fue crecimiento, sí, con inflación, deuda y eventualmente una crisis en la balanza de pagos y la devaluación del peso en 1976. José López Portillo repitió la receta, literalmente agregando combustible a la mezcla: petróleo. La combinación fue ciertamente explosiva, una vez más, en inflación, deuda y devaluación, de nuevo reventando en el último año del sexenio. El resultado de largo plazo fue el anti-milagro económico mexicano: 15 años (1982-97) en que el PIB per cápita creció un promedio de cero.

A esa herencia económica se agrega la política. Hoy los funcionarios públicos se regodean en que no “reprimen”. Bastan pocas decenas de manifestantes para tomar una avenida y estrangular las arterias centrales de una ciudad. Los reprimidos son otros: los atrapados en sus coches o transporte público, aquellos que optaron por mejor cerrar sus negocios o permanecer en sus casas.

Esto es, una herencia de 1968 es la libertad prácticamente absoluta para que unos cuantos puedan convertir una vía pública en espacio privado, en moneda de cambio para demandar aquello que contenga el pliego petitorio del momento. El gobernante de turno presumirá que los manifestantes tienen todo su respeto, cuando su acción debió ser muy diferente. No se trata de responder con balas o toletes, sino con una estricta regulación que permita que un espacio de uso público se mantenga como tal. La sombra de Tlatelolco es muy larga.

En 10 días nadie se acordará de ese México que desplegó de manera impresionante su potencial, hace 55 años, el 12 de octubre de 1968. Y nadie lo hará porque también murió y, ese sí, a diferencia del 2 de octubre, quedó en el olvido.

Sergio Negrete Cárdenas Sergio Negrete Cárdenas Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Reino Unido. Licenciado en Economía por el ITAM. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Profesor-Investigador en el ITESO. Fue funcionario en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Gobierno de México.