¿Para qué las instituciones? La inteligencia artificial es una respuesta
El otro día participé en un conversatorio sobre la relación comercial de México con otros países y me hicieron una pregunta muy interesante, que no supe responder, pero que me dejó pensando: ¿Cómo va a influir el uso de la inteligencia artificial (IA) en las relaciones comerciales?
Es una pregunta aún muy difícil de responder. Hemos estado muy enfocados en las ventajas que traerá el nearshoring para el crecimiento en nuestro país. Sin embargo, ¿no deberíamos estar pensando en las consecuencias de la inteligencia artificial sobre las formas actuales de producción?
Me parece que este tema, además, abre una caja de Pandora sobre otros asuntos que ni siquiera nos estamos planteando. Por ejemplo: ¿qué tipo de trabajadores vamos a necesitar? Seguramente muchas actividades que se hacen hoy serán sustituidas por la IA en el futuro, ¿qué tipo de habilidades tenemos que estar enseñando a la fuerza laboral del mañana? Otra cuestión: ¿quién o cómo vamos a regular el uso de la IA? ¿En qué áreas y hasta qué punto como sociedad estamos dispuestos a utilizar esta herramienta, que sin duda nos puede hacer mucho más eficientes? ¿Qué tipo de instituciones vamos a requerir para esto?
La IA ya es parte de nuestras vidas. Nos está permitiendo optimizar, cada vez más, los procesos que implican tareas repetitivas o rutinarias de manera automática lo que libera a las personas para desarrollar otras funciones más creativas. Además, la IA puede llegar a ser más precisa en algunos procesos, cometiendo menos errores. Por ejemplo, en algunas cadenas de producción, la IA se utiliza para detectar pequeños defectos en algunas piezas, que escaparían al ojo humano. También, al disponer de más información, permite decisiones informadas de manera más rápida. Esto se traduce en una mayor productividad y promueve la innovación lo que, en teoría, debería impulsar el crecimiento y la competitividad. También puede reducir las barreras al comercio y expandir las oportunidades de negocios, crear sinergias y promover una participación más cercana entre países.
No obstante, la automatización y la digitalización podría suponer una disrupción en industrias tradicionales, en los mercados laborales, entre otros, afectando a sectores vulnerables. Además, podría traer consigo preocupaciones sociales y éticas relacionadas con la privacidad, sesgos de género, raza, etcétera, rendición de cuentas y transparencia del algoritmo. En este sentido, el acceso desigual a las tecnologías de IA puede aumentar los problemas de desigualdad en el mundo.
El crecimiento impulsado por la inteligencia artificial podría representar que varios sectores o países puedan desarrollar nuevas ventajas comparativas y capturar el valor en las nuevas tecnologías emergentes, así como en los mercados digitales. Por ejemplo, en el sector de la salud, los diagnósticos médicos y las soluciones personalizadas están revolucionando los resultados del sector, reduciendo los costos de la seguridad social, recursos que podrían destinarse al desarrollo de nuevas tecnologías médicas y terapias. En el sector financiero, se utilizan algoritmos para la evaluación de riesgos, detección de fraudes y análisis de inversiones.
En términos de países, tenemos el caso de Estonia, que ha invertido en tecnologías de IA para transformar varios sectores de su economía, convirtiéndose, entre otros, en un centro de innovación digital con un ambiente regulatorio adecuado, acceso a talento (dando prioridad a programas educativos en IA y tecnologías digitales), e inversiones en infraestructura digital, atrayendo inversión extranjera a este sector.
Sin embargo, no todo son oportunidades, el rápido avance de las tecnologías basadas en IA ha rebasado ya los marcos regulatorios y las respuestas de los gobiernos, lo que genera incertidumbre y riesgos potenciales para los consumidores, las empresas y la sociedad en general. Esto eventualmente podría aumentar el sentimiento proteccionista y las tensiones comerciales entre los países. Asimismo, no podemos dejar de lado los riesgos inherentes al ciberespacio lo que incluye el manejo de los datos personales, los ciberataques, y el uso malicioso de la información, lo que genera también riesgos en temas como propiedad intelectual e infraestructura crítica.
En conclusión, es fundamental encontrar un equilibrio entre utilizar y regular la inteligencia artificial. La IA ofrece vastos beneficios en innovación y eficiencia, pero requiere supervisión para mitigar riesgos como el sesgo y las violaciones de la privacidad. Una regulación sensata garantiza el uso responsable de la IA, fomentando la equidad, la transparencia y la rendición de cuentas. Al implementar pautas y estándares claros, podemos aprovechar el potencial de la IA mientras nos protegemos en contra de sus impactos negativos. Este enfoque promueve un crecimiento inclusivo y el bienestar social, asegurando que la IA beneficie a la humanidad sin comprometer principios éticos ni exacerbar desigualdades.
La pregunta que nos tenemos que hacer aquí no es cuándo (ya), sino quién, qué tipo de institución regulatoria, que tipo de uso queremos que se le dé. Me parece que este tema sería una de las tantas respuestas que hay a la pregunta ¿para qué queremos las instituciones?