"No contrates fuerza humana laboral, contrata Inteligencia Artificial"

En un memorando interno hecho público en abril pasado, Tobi Lütke, CEO de la empresa Shopify, estableció que el uso efectivo de la Inteligencia Artificial (IA) es no sólo necesario sino requisito indispensable para seguir trabajando en la empresa. Antes de pedir nuevos empleados o recursos, los equipos deben explicar por qué ese trabajo no puede ser automatizado o hecho por agentes autónomos de IA.
Es evidente que estamos ante un cambio de paradigma: pensar a la IA no solo como un mero complemento sino como multiplicador de la productividad, pero también multiplicador de despidos laborales.
Este no es un simple ajuste corporativo; es una realidad que ha encendido las alarmas en el mundo laboral. Representa el miedo palpable de que la IA, actuando como "IA de automatización", pueda realizar tareas que antes eran exclusivamente humanas, dejando a miles de personas sin empleo. Esta revolución es "cognitiva", porque impacta en habilidades que considerábamos únicas de los humanos: la creatividad, el análisis y la comunicación. Esto genera una ansiedad legítima entre los profesionales, que temen que sus años de experiencia y sus habilidades especializadas puedan verse socavadas por la tecnología.
Sin embargo, reducir todo a un simple reemplazo sería una visión incompleta y alarmista. La IA también puede ser una "IA de aumento", una aliada que complementa y potencia nuestras capacidades humanas. Imaginemos a la IA no como un sustituto, sino como un "multiplicador de productividad”, una herramienta que nos permite hacer más, más rápido y mejor, abordar tareas que antes parecían imposibles. En el día a día, esto podría significar que la IA se convierta en nuestro compañero de pensamiento, investigador, crítico o tutor. Podría ayudarnos a redactar informes, analizar datos complejos o encontrar información relevante, liberándonos para concentrarnos en aspectos más estratégicos y creativos de nuestro trabajo. En la educación, por ejemplo, está potenciado el proceso de enseñanza-aprendizaje de estudiantes y profesores.
La forma en que esta transformación nos afecte individualmente y como sociedad depende de muchos factores: entre ellos ubicación geográfica, edad, brechas digitales, sectores vulnerables, etc. En las economías avanzadas, aunque hay más riesgo de desplazamiento por la alta exposición a la IA, la gente y los sistemas están, en general, mejor preparados para adaptarse y aprovechar las oportunidades.
Pero la imagen es diferente en las economías emergentes como la nuestra. Aquí, la exposición a la IA es menor, pero la preparación también lo es. Esto crea una paradoja inquietante: las personas que quizás más se beneficiarían de la productividad de la IA son precisamente las que menos herramientas tienen para acceder a ella. Esto no es solo una estadística económica; es una que potencia y amplifica las desigualdades existentes en el mundo, haciendo que los que ya están en desventaja se queden aún más atrás.
Frente a estos desafíos y oportunidades, la clave está en cómo respondamos. Se necesitan políticas que piensen en las personas. Esto significa invertir en reeducación y recapacitación, no solo enseñando habilidades técnicas, sino también fortaleciendo las habilidades “blandas” propias del ser humano como el pensamiento crítico y la resolución de problemas que la IA no puede replicar. Implica fortalecer nuestras redes de seguridad social para que, si alguien pierde su trabajo debido a la automatización, no quede desamparado.
Significa fomentar la creación de nuevos empleos y negocios, apoyando a las personas que quieran emprender en esta nueva era. Y requiere que los gobiernos y las empresas colaboren para establecer reglas claras y éticas, asegurando que la tecnología se use de manera responsable y que nadie se quede atrás. Claro que lo veo bastante difícil cuando observo el poco avance y/ o la resistencia para implementar e integrar esta tecnología en algunas empresas, pero sobre todo en instituciones gubernamentales.
En última instancia, el futuro del trabajo en la era de la IA no es un destino final. El caso de Shopify y otros ejemplos deben ser un llamado de atención, no para temer al progreso, sino para asegurar que este progreso sea justo, inclusivo y sostenible para todas las personas. La forma en que naveguemos esta transición, con sabiduría, preparación y solidaridad, determinará si la IA se convierte en una fuerza que nos libere y beneficie a todos, o si se convierte en una fuente de mayor desigualdad y conflicto social. Ahí está el dilema.
Referencias de interés:
Nadel Salari et al. (2025) Impacts of generative artificial intelligence on the future of labor market: A systematic review, Computers in Human Behavior Reports, Volume 18
https://www.arenapublica.com/opinion/claudia-jimenez/la-ia-y-el-desplazamiento-laboral
