Cómo el auge de los cajeros automáticos cambió el día de pago

Después de la digitalización de las nóminas, la gente seguía necesitando dinero en efectivo y acudía a las sucursales bancarias en los días de pago. En los 70's los bancos hicieron grandes inversiones en una nueva innovación: el cajero automático.
21 Diciembre, 2021
Cajero automático bancario (Foto: Pexels)
Cajero automático bancario (Foto: Pexels)
La Conquista Digital

Preámbulo

En una contribución anterior mencionaba que el primer paso hacia el mundo sin efectivo, en el que vivimos hoy, fue cuando las empresas y los bancos empezaron a digitalizar las nóminas a mediados del siglo XX.

En los años 50, banqueros europeos y norteamericanos se dieron cuenta de que una de las mejores maneras de convencer a la gente de que mantuviera depósitos y abriera una cuenta bancaria era pagarles a través del sistema bancario. Pero aunque el ingreso directo de los salarios en las cuentas bancarias personales se convirtió en algo habitual, pasaron muchos años antes de que sacar el dinero de esas cuentas fuera igual de fácil.

Las cosas cambiaron alrededor de 1980. La proporción de salarios pagados en efectivo en el Reino Unido cayó del 58% en 1976 al 42% en 1981. Mientras tanto, los depósitos directos en cuenta de la nómina a través del crédito de giro crecieron del 26% al 38%, mientras que los salarios pagados con cheque crecieron marginalmente del 12% al 15%. En ese mismo periodo, la proporción de británicos de 25 a 35 años con una cuenta corriente pasó de menos del 55% al 75%; para los mayores de 65 años, pasó de menos del 30% al 45% en ese mismo periodo.

En su mayoría, la gente seguía pagando las compras cotidianas en efectivo, lo que significaba desplazarse a una sucursal bancaria para retirar billetes y monedas. Para los años 70, el cobro de las nóminas se había convertido en un dolor de cabeza para los bancos. Las colas en los días de pago eran tan largas que a menudo se extendían hasta la calle e incluso daban la vuelta a la manzana.

Los bancos tenían que contratar personal como cajeros adicionales en sucursal para hacer frente a la presión del día de pago, presión agravada porque los bancos cerraban los fines de semana. Muchas personas "no bancarizadas", sin cuenta corriente, ni cuenta de ahorro de ningún tipo, cobraban la totalidad de su sueldo el día de pago. Otros que tenían cuentas bancarias simplemente vaciaban el saldo al llegar a la ventanilla.

La solución fue el cajero automático o ATM por sus siglas en inglés. En 1961, Citibank probó en una sucursal de la Ciudad de Nueva York un dispositivo para el vestíbulo de la sucursal llamado Bankograph y desarrollado por la empresa Reflectone de Luther Simjian. Como era característico del trabajo de Simjian, el Bankograph utilizaba tecnología fotográfica para emitir a los clientes un recibo de cualquier combinación de cheque, billete y monedas que se dejara dentro. El dispositivo no tuvo ninguna consecuencia comercial, pero sus patentes se convirtieron en un elemento fundamental para el desarrollo posterior de lo que hoy conocemos como cajero automático.

La digitalización

A finales de los años 60, todos los grandes bancos del Reino Unido, Estados Unidos y muchos otros países del mundo habían empezado a poner en marcha planes para informatizar completamente sus actividades. Pero todavía no tenían una forma de conectar las sucursales de banca minoristas con los centros informáticos existentes, ni una manera de dar a los clientes un acceso fácil a su dinero en el punto de venta. Algunos banqueros y profesionales de los recursos humanos se preguntaban si los pagos directos a la cuenta eran rentables y merecían la pena.

La revolución del autoservicio en la banca minorista se inició con dispositivos desplegados en el Reino Unido, Suecia, Japón y Estados Unidos entre 1967 y 1969. Los ingenieros tuvieron que resolver importantes retos, como la construcción de equipos electrónicos que resistieran las inclemencias del tiempo, el desarrollo de tecnología de encriptación y lo que hoy llamamos número personal (o PIN por sus siglas en inglés) para la autentificación, y el paso de un endeble billete por las entrañas de una máquina. Al principio, estas máquinas eran toscas y difíciles de manejar para los clientes y el personal del banco. No estaban conectadas a ninguna red informática y eran propensas a fallar.

Los bancos tuvieron que invertir mucho tiempo y dinero para ayudar a los clientes a superar su escepticismo ante la tecnología de autoservicio, pues los clientes solían desconfiar de los dispositivos. Una anécdota común que he escuchado durante muchos años de ingenieros en México, Sudáfrica y Rusia es que los usuarios que sacaban dinero lo hacían accediendo al cajero tres veces. Primero lo usaban para comprobar su saldo e imprimir un recibo, luego una vez más para sacar dinero y una tercera vez para imprimir un segundo recibo con el nuevo saldo.

En España, la Caixa, ahora CaixaBank, adoptó un enfoque único para ayudar a sus clientes. En 1984 rediseñó sus sucursales con la esperanza de convencer a los clientes de que utilizaran su cajero automático fabricado a la medida para ese banco por la empresa japonesa Fujitsu. El banco decidió que las azafatas de las sucursales serían suficiente seguridad y los clientes podrían utilizar un cajero automático simplemente con su tarjeta de pago o libreta de ahorro.

El banco argumentó que el PIN era sólo una barrera más en la adopción del autoservicio y que estaba más interesado en asegurar la adopción que en limitar las pérdidas potenciales. El banco informó posteriormente de que las pérdidas durante el funcionamiento sin PIN de sus cajeros automáticos habían sido insignificantes. Cuando los clientes se sintieron cómodos con el autoservicio bancario, el banco introdujo un PIN para sus libretas de ahorro y tarjetas de plástico.

Pero en claro contraste con el éxito del cajero automático, muchas otras innovaciones bancarias de esta época apenas se recuerdan hoy en día. Un método de corta duración fue el conocido como "Hinky Dinky", llamado así por la cadena de tiendas de supermercado en Iowa y Nebraska del mismo nombre. El sistema "Hinky Dinky" fue relativamente popular en la medida que fue adoptado por muchas cajas de ahorros de EE.UU. a mediados de la década de 1970. Su funcionamiento era mucho mas tosco y burdo que el ATM de esa época (pero más barato), pues no requería de las grandes inversiones en equipo que exigían los cajeros automáticos y era operado por un empleado del supermercado que manejaba una rudimentaria terminal de punto de venta, dentro de en una cabina específica para ayudar a cobrar cheques personales dentro del establecimiento comercial.

Otra innovación de esa época fueron los predecesores de la banca por Internet, mismos que aparecieron en Estados Unidos y Francia alrededor de 1980 en forma de terminales conectados a los teléfonos. Llamado "home banking" en EE.UU., se demostró ante el presidente Jimmy Carter en la Casa Blanca, pero se abandonó a mediados de los 80 cuando la banca telefónica se impuso en EE.UU. En Francia, se regalaron millones de terminales Minitel a los abonados de France Telecom, la empresa estatal de telefonía, para fomentar el uso de las herramientas de banca y directorio en línea, pero Internet eclipsó el servicio en los años 90.

Conectarse

Curiosamente, durante los años 70, el país con mayor número de cajeros automáticos era Japón. Sin embargo, por razones que no están claras, sus fabricantes nacionales no consiguieron ventas internacionales significativas. Cuando los bancos europeos y norteamericanos siguieron invirtiendo en tecnología de cajeros automáticos, el interés atrajo a fabricantes como IBM, Diebold, Nixdorf y NCR, que pudieron conectar los cajeros a una red informática más amplia.

En Europa y América Latina, la eficacia del cajero automático para ayudar a los grandes bancos a gestionar la distribución de efectivo y la congestión en las sucursales fue fundamental para su éxito. Pero en Estados Unidos, la motivación era un poco diferente. Las leyes promulgadas durante la Gran Depresión restringían a la mayoría de los bancos a expandirse geográficamente (en más de un Estado y a veces de la misma ciudad). Asi el mayor uso de los cajeros automáticos se dio en los suburbios estadounidenses con el objetivo de captar depósitos en forma de cheques personales, de nómina o dinero en efectivo en sobres disponibles al lado de las máquinas, lo que recordaba al Bankograph de Simjian.

El año clave fue 1981, cuando los bancos de Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido adoptaron los cajeros automáticos en gran número. Los modelos 3614/3624 de IBM se vendieron como pan caliente y más caros que la última cerveza del estadio en un caluroso día de verano. Grandes bancos como Barclays abandonaron sus cajeros de primera generación por los nuevos modelos de NCR. En Estados Unidos, la recesión empujó a más bancos a dar prioridad a la automatización, y las cajas de ahorros empezaron a ofrecer cuentas corrientes y a colocar cajeros automáticos en zonas que carecían de sucursales físicas. El aparente éxito en Europa y Norteamérica dio confianza a los bancos del resto del mundo, y siguiendo su ejemplo desplegaron miles de cajeros en las dos décadas siguientes.

Hoy en día hay cerca de 3.5 millones de cajeros automáticos en funcionamiento en todo el mundo. Son la columna vertebral de la infraestructura de distribución de efectivo, distribuyendo hasta el 90% de los billetes en los países desarrollados. Permiten a los ciudadanos acceder a sus saldos monetarios, independientemente de que se encuentren en París, Buenos Aires, Ciudad del Cabo o de camino a la cima del Monte Everest, la Isla de Pascua o incluso en un portaaviones.

Al descongestionar las sucursales, el cajero automático facilitó la vida a los banqueros, pero también a los profesionales de las nóminas que querían fomentar el ingreso directo en cuenta. Sin embargo, hasta hace muy poco, la mayoría de las transacciones minoristas de valor medio y bajo se realizaban en efectivo. ¿Podrían las tarjetas de pago de plástico ser la respuesta? Tal vez, pero se trata de soluciones que se discutirán con más detalle en otra contribución en un futuro próximo.

Bernardo Batiz-Lazo Bernardo Batiz-Lazo Con más de 30 años de experiencia en la academia inglesa e internacional, Bernardo se ha especializado en el impacto de las tecnologías de la información en el sistema financiero minorista. Autor de múltiples contribuciones a revistas especializadas, libros (el más reciente es “Cash and Dash”, Oxford University Press, 2018), artículos de divulgación y podcasts. Profesor-Investigador de la Universidad Anáhuac.

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