La reacción a la renuncia de Emilio Azcárraga Jean como presidente de Televisa ha sido casi unánime: “El fin de una era”.
No es cierto. O sólo en términos superficiales.
Es verdad que el leviatán de los medios mexicanos ha tenido un Emilio Azcárraga (o Vidaurreta o Milmo o Jean) al timón desde que fue fundado como Telesistema Mexicano en 1955. Pero Azcárraga Jean nunca fue el capitán del barco como lo fueron su abuelo y su padre.
Esto no es del todo una crítica. Desde su arribo a la presidencia de Televisa en la primavera de 1997, arrancó con un estilo completamente opuesto al mando casi tiránico de su papá. Era colegial, se rodeó con vicepresidentes capaces y tuvo la sabiduría de delegar.
Transcurridos pocos años—cuando los últimos veteranos de la época de El Tigre se habían retirado—se empezó a hablar de los Cuatro Fantásticos: Azcárraga, Pepe Bastón (jefe de programación), Alfonso de Angoitia (jefe de finanzas) y Bernardo Gómez (jefe de noticieros).

A partir de enero Emilio Azcárraga Jean dejará la dirección de Televisa.
Pero en 2005 Azcárraga Jean se mudó con su nueva esposa a Miami, y desde entonces ha delegado cada vez más, como si fuera un propietario ausente. Mientras tanto, De Angoitia se mudó a Nueva York, para asumir una relación directa con los accionistas más importantes y los mercados de valores y deuda.
Así dejó en casa a Bastón, cuyo fracaso en combatir el notorio declive en las audiencias le costó el trabajo a principios del año. También dejó a Gómez, que había apalancado su puesto como jefe de noticias—muy en acorde con la histórica lógica propagandística de Televisa—para convertirse en jefe de relaciones políticas.
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Y como el gobierno es por mucho el anunciante más importante que tiene Televisa, el poder de Gómez no se debe subestimar, a pesar de que llegó a Televisa en un principio con una sola carta de recomendación: la de ser cuate de Emilito.
En suma, “el fin de la era” ocurrió con la muerte de El Tigre en abril de 1997. Lo que se anunció hoy es sólo una etapa más en la transformación de una empresa familiar en una empresa moderna, dónde el presidente del consejo y el presidente ejecutivo son distintos.

Emilio Azcárraga, al centro, con -de izquierda a derecha- Alfonso de Angoitia, José Bastón y Bernardo Gómez (Foto tomada de roastbrief.com.mx, cortesía de Televisa)
Entonces, ¿cómo interpretamos la salida de Emilio III? ¿Se lanzó al vacío o fue empujado?
Azcárraga Jean siempre ha insistido sobre la gran responsabilidad de liderar la enorme empresa que le dejó su padre, pero sus acciones en años recientes muestran que sus mayores pasiones son el fútbol, específicamente el América, y la vida familiar en Miami.
Mientras tanto, desde 2012, Televisa ha sufrido una notable y constante baja en sus márgenes de utilidad. Sus famosas telenovelas obtienen menos de la mitad de los ratings que gozaron en los 90. El año pasado se reportó el despedido de 3 mil empleados.
En este contexto, quizás la reducida actividad de Azcárraga ha molestado al consejo de Televisa; quizás ha molestado a los accionistas principales sin voto (Azcárraga controla el voto pero sólo posee 15% del valor de la empresa). Puede ser que su salida es, en cierta medida, una señal a Wall Street de que De Angoitia tendrá control completo de las finanzas y las actividades internacionales.
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En cuanto a dejar a él y a Gómez como copresidentes, dudo que sea una buena estrategia. Ya vimos esta melodrama, en el 97, cuando El Tigre nombró a su hijo y a Guillermo Cañedo White a una especie de copresidencia. No funcionó, y después de pocos meses Cañedo salió del imperio.
Será interesante apostar en quien será el nuevo Gran Tlatoani, Gómez o De Angoitia. En el corto plazo, con las pendientes elecciones, probablemente Gómez ejercerá más poder. Pero en el largo plazo la solución a los problemas de Televisa es más que nada una cuestión de mejorar sus contenidos en todos los plataformas, y esto le va a costar caro.
