El alza de tasas de Banxico y la banca mexicana

22 Marzo, 2023

Se ha culpado a los aumentos de las tasas de interés de la Reserva Federal de los problemas bancarios en Estados Unidos. Aunque tengo mis reservas a este respecto, resulta inevitable cuestionarse por qué las alzas del objetivo para la tasa de referencia de Banco de México (Banxico) no han afectado al sistema bancario mexicano.

Es bien sabido que los bancos y otros intermediarios financieros del país son tenedores importantes de los valores emitidos por el Gobierno Federal y de otros instrumentos de largo plazo privados como las fibras, los CKDs, los Spac, etc.

Por lo que hace a los primeros, según la información de Banxico al cierre de 2022 los valores gubernamentales en circulación ascendieron a 9,922.3 miles de millones de pesos (MMP). De ese monto, 8,215.2 MMP corresponden a valores en poder de residentes en el país y el resto a tenedores extranjeros. Al interior de las tenencias de residentes en el país, destacan por su monto las Siefores (2,582. 8 MMP, 31.4% del total), las sociedades de inversión (1,361.5 MMP 16.6%) y los bancos (1,165.3 MMP, 14.2%). Hay un rubro de tenedores no identificados con 24.7 por ciento del total. El cuadro correspondiente puede consultarse aquí .

Por otra parte, el plazo promedio de las tenencias de valores gubernamentales fue de 2,806 días (7 años, 9 meses y 14 días) al cierre de 2022. Con este plazo promedio es sensato suponer que el alza de las tasas de interés de Banxico ha incidido sobre la valuación de mercado de estos valores, ocasionando minusvalías en los tenedores de valores gubernamentales. Un ejemplo claro han sido las minusvalías registradas en las Siefores. Entre diciembre de 2021 y septiembre de 2022 los activos de las Siefores Generacionales Básicas disminuyen 344,0219 millones de pesos (MP) (-6.77%) en términos nominales (12.2% en términos reales). Dado que las Siefores siguen captando las aportaciones a las cuentas individuales, resulta obvio que las minusvalías fueron mayores que la cifra antes mencionada.

Si bien las Siefores son los principales inversionistas institucionales después de los bancos y tienden a invertir la mitad de su captación obligatoria en valores gubernamentales a los plazos más largos, es razonable suponer que los bancos y los fondos de inversión también tienen entre sus activos un monto significativo de valores gubernamentales con plazos relativamente largos. Es importante mencionar que independientemente de su madurez, duración o vencimiento, estos valores se pueden intercambiar en el mercado secundario a través de los famosos reportos o ventas y préstamos en corto, de tal manera que, por ejemplo, se pueden hacer líquidos en el muy corto plazo. 

¿Por qué el aumento de las tasas de interés de Banxico no ha producido problemas de iliquidez o solvencia en la banca mexicana?

Sucede que la regulación y supervisión de los bancos mexicanos se fortaleció de manera importante desde que sufrimos la crisis financiera de 1994-95. A partir de la crisis financiera global de 2008-2009, las autoridades financieras de nuestro país, al igual que una amplia mayoría de las autoridades financieras del mundo, sujetaron a sus sistemas bancarios a nuevos estándares internacionales muy estrictos propuestos por el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) del G-20, el Banco de Pagos Internacionales (Basilea III) y el Fondo Monetario internacional (recomendaciones FSAP).

De hecho, México fue uno de los primeros países que concluyó con la adopción de los nuevos estándares bajo el liderazgo de Gobernadores del Banco de México y Secretarios de Hacienda (los principales artífices fueron Guillermo Ortiz, Ángel Gurría, Agustín Carstens, Jose Antonio Meade, y Alejandro Díaz de León).

En general, los nuevos estándares fortalecen la liquidez, la solvencia y la gobernanza de los intermediarios financieros. Ejemplos claros  de los nuevos estándares para reforzar la resiliencia de los bancos y otros intermediarios financieros incluyen:

(i) Un aumento de los requerimientos de capital, (ii) una mejor calidad de capital, (iii) reservas prudenciales adicionales para los bancos de importancia sistémica en la forma de obligaciones subordinadas convertibles en acciones (“cocos”) para incrementar la capacidad de absorción de pérdidas y para facilitar que puedan gozar de mayor liquidez al mismo tiempo que se recapitalizan rápidamente, (iv) la adopción de colchones contracíclicos para los bancos de importancia sistémica (CCBs), (v) requisitos de fondeo estable (SFR), (vi) mayores coeficientes de requerimiento de liquidez (CCL), (vii) coeficientes más restrictivos de apalancamiento (LR), (viii) mejores prácticas relativas a las pruebas de estrés (internas de los propios bancos así como las llevadas a cabo por el Consejo de Estabilidad del Sistema Financiero – CESF) y (ix) un fortalecimiento de la gobernanza corporativas de los grupos financieros, por mencionar los que considero más importantes.

De todo ello dan cuenta los Reportes del Sistema Financiero que publica anualmente el Banco de México, gracias a la colaboración de los entes reguladores (CNBV, CNSF, CONSAR), el IPAB y la propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público. En todos los países en los que se adoptaron los nuevos estándares regulatorios, se tomaron en consideración las peculiaridades de cada país (coloquialmente, se “tropicalizaron” a los aspectos idiosincráticos de cada país).

La regulación y supervisión del sistema financiero en México, al igual que en los países miembros de la Unión Europea y en los países asiáticos, son de vanguardia a nivel internacional. México ha sido una clara referencia para otros países en América Latina.  

Desafortunadamente, este no fue el caso en el sistema financiero estadounidense. Muchos de los nuevos estándares internacionales no se adoptaron y, en algunos casos, sólo se instrumentaron de manera suigéneris. En el sistema estadounidense, las modificaciones a la regulación y supervisión sólo aplican a las instituciones de crédito (bancos) que son miembros del sistema de la Reserva Federal, de tal manera que la extensión del ámbito regulatorio es limitada.

Además, en respuesta a la crisis financiera global de 2008-09 que tuvo su origen en Estados Unidos, las autoridades financieras de ese país se circunscribieron, en lo principal, a regulaciones que tienen que ver con ciertas operaciones relativas al conflicto de intereses, entre ellas la regla de Volcker, el esquema Dodd-Frank, restricciones en las operaciones por cuenta propia (“proprietary trading”), pero se avanzó poco en la adopción de los nuevos estándares internacionales.  

Por otra parte, es justo reconocer que, a diferencia del caso mexicano, el sistema financiero de Estados Unidos es bastante desarrollado, con un alto grado de profundización financiera (tamaño) y un número de entes financieros que realizan funciones de intermediación crediticia que ronda en decenas de miles de instituciones, y que en su sistema financiero se realizan operaciones financieras altamente sofisticadas. En contraste, nuestro caso el sistema financiero se encuentra relativamente subdesarrollado y con un número relativamente reducido de intermediarios financieros, los cuales están sujetos a un sólido, estricto y moderno esquema de regulación y supervisión. De alguna manera, este grado de subdesarrollo de nuestro sistema financiero puede ser en algunos casos una bendición y en otros una maldición.

Algo que llama la atención de la actual situación de estrés financiero en Estados Unidos es que el ciclo alcista de la tasa de interés de fondos federales era algo previsible y preanunciado: los participantes del sistema financiero y los inversionistas (incluidos los bancos) debieron haber descontado anticipadamente en los precios de los activos y en su análisis de riesgos la exposición derivada de instrumentos a tasa fija con largos periodos de madurez y vencimiento, adoptando las acciones necesarias para reducir su exposición al riesgo de mercado derivado de alzas en las tasas de interés y modificando la composición de activos y pasivos para evitar un descalce en términos de plazos y de riesgos de mercado. En breve, se descuidó la administración de riesgos.

Por otra parte, conviene apuntar que algunos intermediarios ya se encontraban en una situación de fragilidad desde antes del alza de tasas de interés (no voy a mencionar cuáles son, pero con un breve repaso de las noticias ustedes pueden identificarlos fácilmente).

En el caso de México, las autoridades financieras del país, con el liderazgo del CESF, encabezado por la Secretaría de Hacienda y el Banco de México y en donde participan el IPAB y los entes reguladores y supervisores, han hecho un magnífico trabajo para procurar la estabilidad financiera fortaleciendo la resiliencia del sistema financiero a choques. Una herencia del ahora tan denostado periodo neoliberal.

Lo anterior no quiere decir que en un futuro las crisis financieras no dejarán de presentarse en México (o en cualquier otro lugar del mundo). Tampoco pueden prevenirse ni anticiparse. Si así fuera, no ocurrían. Y si fueran predecibles, ocurrirían en el presente inmediato. Así lo confirma la historia de las crisis financieras desde hace más de dos siglos (Kindelberger, 2005, “Manias, Panics, and Crashes: A History of Financial Crises).

En el caso de Estados Unidos, son de mencionarse el pánico bancario de 1906 que dio lugar a la fundación de la Reserva Federal, las quiebras bancarias durante la Gran Depresión de 1929-33, la crisis de las sociedades de ahorro y préstamos de 1983, la crisis subprime de 2008-09 (bursatilización de activos estructurados y alternativos conformados por hipotecas de dudosa calidad – botellitas de agua contaminada a precios bajos y con alta demanda) y, la reciente falla de Silicon Valley Bank.

En mi opinión, esta última dista mucho de ser tan sistémica y profunda como las demás que he señalado, pero es una percepción personal para la cual no tengo espacio en estas líneas (al respecto, coincido con la apreciación de Carlos Urzúa, “ La minicrisis bancaria en Estados Unidos ”)

Abraham Vela Dib Economista por el Tecnológico de Monterrey, maestro en Economía por el Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Los Ángeles. Fue presidente de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR) desde 2018 hasta 2021. Antes, trabajó en el Banco de México y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Actualmente es profesor en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

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