Tercer lugar en muertes por COVID-19

El Reino Unido, con una tardía reacción para contener la pandemia, cede el tercer lugar a un país que tiene cerca del doble de su población y menos de la mitad del gasto público en salud como proporción del PIB.
29 Julio, 2020

México desplazará al Reino Unido como el tercer país con más muertes totales por COVID-19 cuando en los próximo días alcance más de 46 mil decesos. Sólo los Estados Unidos y Brasil nos superarán desde esta perspectiva.

Esta trágica cifra poco puede relativizarse tomando en cuenta el tamaño de la población de ambos países. En los últimos tres meses, nuestro país ha sido el quinto con más incremento en muertes por millón de habitantes debidas a la pandemia (ver ourworldindata.org y www.globaldietarydatabase.org para el conjunto de cifras citadas).

Para el Reino Unido este saldo es más que catastrófico. Cede el tercer lugar a un país que tiene cerca del doble de su población y menos de la mitad del gasto público en salud como proporción del PIB. En otras palabras, ni su menor número de habitantes ni su sólido sistema de salud le evitaron el tamaño de la tragedia que está por vivir México.

El país europeo no puede esgrimir como excusa un elevado consumo de bebidas gaseosas por parte de su población, como lo han hecho las autoridades mexicanas. El Reino Unido tiene apenas un tercio del consumo de bebidas azucaradas por habitante del que tiene nuestro país.

Tampoco es que tenga mucho sustento el considerar como variable crucial de la mortandad por COVID-19 el consumo de refrescos o bebidas similares. Países con elevado número de muertes por millón de habitantes por la pandemia, como Bélgica, Italia o Suecia, presentan un patrón no perjudicial o incluso benéfico de consumo de bebidas azucaradas. En el otro extremo, en ningún país con un consumo de refrescos y similares igual o más perjudicial al de México mueren tantos por millón de habitantes por #COVID-19 como en el nuestro.

Aunque los padecimientos que hacen más vulnerables a las personas ante el virus, como el sobrepeso, la obesidad o la diabetes, sin duda juegan un papel en el desempeño de los países ante la pandemia, hay otros factores a tomar en cuenta. El propio caso del Reino Unido es ilustrativo. En este país, uno de los elementos que explica su pésimo desempeño es la tardía reacción en brindar las condiciones necesarias para el distanciamiento social que podía limitar la velocidad del contagio.

El COVID-19 alcanzó a Europa a finales de enero de 2020, y para mediados de marzo una gran parte de los países del continente había implementado medidas de apoyo al ingreso que posibilitaron a las personas permanecer confinadas sin poner en riesgo su subsistencia económica. En cambio, el Reino Unido se tardó en reaccionar, y fue uno de los últimos en brindar una base económica para la contención de la pandemia.

Ciertamente, lo subsidios al ingreso y los programas de alivio a las deudas no son los únicos factores tras el tropiezo del Reino Unido, pero son particularmente pertinentes para países como México, en donde la necesidad de salir de casa a trabajar o buscar trabajo representa una enorme presión para las dos terceras partes de la población ocupada laborando en la informalidad.

El reciente aumento de la pobreza laboral reportada por el CONEVAL, pasando de 37 a 55% de la población con ingresos por trabajo en los primeros cinco meses del año, refuerza claramente la necesidad de nuevos programas de apoyo monetario para la población con mayores carencias, no sólo para el objetivo mismo de reducir tales desventajas sino también para que éstas no se traduzcan en conductas propicias para el contagio con riesgo a la vida. Estos programas siguen ausentes.

El deshonroso tercer lugar mundial de México en muertes por COVID-19 también le deberá algo, probablemente mucho, a la negligente política económica y social del presente gobierno.

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.