Más que catastrófico

El error gubernamental en cuanto al número de muertes por COVID19 no es meramente uno de estimación, es también de estrategia y de la forma de llevarla a cabo.
26 Agosto, 2020

El 4 de junio, en videoconferencia con la Junta de Coordinación Politica de la Cámara de Diputados, el subsecretario Hugo López Gatell mantenía como escenario referencial plausible un máximo de 35 mil muertes por COVID19, aunque para su conferencia vespertina de ese mismo día también estableció como escenarios mínimo y “muy catastrófico” 6 mil y 60 mil fallecimientos, respectivamente. El 22 de agosto la catástrofe epidemiológica mayúscula fue rebasada.

El desastre epidemiológico tiene múltiples causas, pero una que no deberá ser pasada por alto es el deficiente manejo de la pandemia realizado por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. La excesiva mortalidad debiera arrojar lecciones para su mejor manejo, o para otros ámbitos en los que ronda la devastación, pero si no fuera por ello al menos debiera ser examinada para dejar constancia histórica de los hechos.

El gobierno ha tratado de atribuir a elementos fuera de su control los mayores estragos del COVID19, en particular al deteriorado sistema de salud que heredó y a la prevalencia de padecimientos como la obesidad, la diabetes y la hipertensión.  Esto parece sensato cuando, por ejemplo, en la pasada administración el gasto público en salud sufrío una caída de casi medio punto del PIB y la obesidad en México aumentó de 71.3% a 75.2% de la población.

Sin embargo, para cuando la autoridad sanitaria reiteró sus escenarios de referencia sobre la pandemia habían pasado más de dieciséis semanas desde su inicio, de manera que en ellos ya se encontraba incorporado su conocimiento del sistema de salud para manejarla y de las comorbilidades que agravaban la posibilidad de muerte por COVID19. Saltar de lo “plausible” a lo “muy catastrófico” no se debió entonces a la súbita aparición de factores estructurales.

Los elementos coyunturales lucen mejor como explicación de lo ocurrido, empezando por el gasto en salud, que no ha mejorado como proporción del PIB en lo que va de esta administración. Incluso, en el mismo lapso, se ha reducido el gasto por beneficiario de lo que era el Seguro Popular, ahora INSABI, de 3,308 a 3,258 pesos. Más procupante resulta que con tan limitado presupuesto se haya registrado, hasta junio de 2020, un subejercicio del 4%, en donde destacan los lentos desembolsos de los fondos para el Fortalecimiento de los Servicios Estatales de Salud y para el Control de Sobrepeso, Obesidad  y Diabetes.

 

Para cuando la autoridad sanitaria reiteró sus escenarios de referencia sobre la pandemia habían pasado más de dieciséis semanas desde su inicio, de manera que en ellos ya se encontraba incorporado su conocimiento del sistema de salud para manejarla y de las comorbilidades que agravaban la posibilidad de muerte por COVID19

 

En materia de salud también debe mencionarse como posible explicación del arribo al escenario “muy catastrófico” el bajo número de pruebas por habitante para la detección del virus.  En México este número es de los más bajos del mundo y ha sido justificado por el gobierno como parte de la estrategia del modelo “centinela” para vigilar la evolución de la pandemia.

Sin embargo, dado el número de muertes alcanzadas, tal estrategia es cuestionable sin necesidad de plantear pruebas masivas.  Tan sólo cabe apuntar que un mayor número de pruebas de carácter selectivo, para fortalecer las acciones preventivas, podrían haber hecho una diferencia notable.

Lo mismo ocurre con el uso del cubrebocas, al cual nunca se opuso la autoridad sanitaria, pero al que tampoco le dedicó un énfasis significativo en la forma de una campaña de difusión sostenida o con la fuerza del ejemplo. Esto se suma a una serie de fallas de comunicación en donde la información técnica se fue debilitando con errores como la modificación súbita de los criterios del semáforo epidemiológico, el predominio de las insinuaciones políticas en las intervenciones del subsecretario López Gatell, hasta el despliegue de videos puramente defensivos del actuar del gobierno federal en las conferencias vespertinas.

Finalmente, quizas el factor decisivo en la llegada al escenario “muy catastrófico” es la conducta de la población, con una  muy limitada observancia del confinamiento y de las medidas de sana distancia. Sin embargo, sería excesivo responsabilizar sin más a las personas cuya necesidad económica las llevó a mantener su actividad económica o a buscar empleo exponiendose y exponiendo a otros al contagio. Aquí, la falta de apoyos económicos a los que perdieron su empleo o sus remuneraciones por trabajo, para que pudieran permanecer en casa, son atribuíbles al gobierno.

En suma, el error gubernamental en cuanto al número de muertes por COVID19 no es meramente uno de estimación, es también de su estrategia y de la forma de llevarla a cabo. Si bien hay causas inmodificables para cualquiera que vaya a ser el saldo final de la pandemia hay otras que no lo eran, y que estaban en manos de la autoridad y siempre estarán en su consciencia.

 

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.