Inmovilidad laboral

10 Octubre, 2019

El trabajo es el corazón del bienestar de una economía.

El progreso laboral puede brindar acceso a los servicios de salud, a los conocimientos que elevan la productividad y a las oportunidades de ingreso. En los últimos doce años, casi un tercio de las personas que han accedido al sistema de salud lo han hecho en virtud de su empleo, 6% de los trabajadores han recibido capacitación laboral y 70% del ingreso de los hogares ha procedido del trabajo. Desafortunadamente, las posibilidades de mejora que proporciona la actividad laboral prácticamente han permanecido estancadas por años.

De acuerdo con el Boletín de Movilidad Social en el Mercado de Trabajo publicado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, pasar de la informalidad a la formalidad en el curso de un año ha sido algo poco común. Entre 2012 y 2018, apenas el 5% de la población económicamente activa lo logró, mientras que 62%, año tras año, permaneció excluido de la seguridad social que da acceso a servicios de salud como los del IMSS.

Igual o más preocupante es que el mercado laboral, en igual lapso, no ha preparado un gran número de personas para desempeñar mejor sus tareas. En promedio, un trabajador recibe capacitación para el trabajo una vez cada 33 años. Esto significa que un empleado que tiene una vida laboral promedio de medio siglo, comenzando a los 15 años y retirándose a los 65, sólo habrá sido capacitado una vez en su vida.

Cuando tenemos un sistema educativo que deja a las puertas de los lugares de trabajo personas con una escolaridad trunca y una educación de pobre calidad es difícil esperar tengan un ingreso sustancialmente creciente. Cuando a esto se agrega un difícil acceso a la salud y al conocimiento mediante el trabajo, esta situación se agrava, pues se descuida el capital humano que puede ponerse en juego.

En los últimos doce años ha venido aumentando el porcentaje de trabajadores que no aumenta su ingreso real en el curso de un año. Mientras que en 2006 era un 40% el que se encontraba en esta situación, para el cierre de 2018 era casi de 60%. Esto se ha traducido en un crecimiento promedio de las remuneraciones laborales prácticamente nulo. Esto se traduce en que, año con año, cerca del 60% de los trabajadores más pobres permanezcan en su condición de pobreza, mientras los más ricos se mantienen en su condición de ventaja en cifras similares.

 

Cuando tenemos un sistema educativo que deja a las puertas de los lugares de trabajo personas con una escolaridad trunca y una educación de pobre calidad es difícil esperar tengan un ingreso sustancialmente creciente.

 

Por todo lo anterior, la movilidad social en el mercado de trabajo es prácticamente nula. Esta situación sólo ha cambiado recientemente a raíz de las revisiones del salario mínimo. Sin embargo, estos aumentos están lejos de resolver el problema de movilidad laboral, pues persiste un bajo acceso a los servicios de salud mediante el trabajo y una capacitación laboral raquítica.

Si la presente administración desea impulsar decisivamente la movilidad social, no puede confiar en que el mercado de trabajo cumpla esta función. El acceso universal a los servicios de salud debe llegar vía políticas públicas y no confiando su llegada al mercado laboral. Adicionalmente, si se desea que los aumentos en el ingreso de las familias sean sostenidos con base en una mayor productividad, el gobierno debe impulsar decisivamente la capacitación de los ya empleados, y no sólo de los que aspiran a emplearse.

Finalmente, esta administración debe aprovechar el modesto impulso que proporciona a la movilidad social el aumento en el salario mínimo llevando a su límite las revisiones salariales. Sin embargo, este límite puede estar próximo, de forma que debe ir preparando las bases de salud y educativas que sostengan el empuje de corto plazo. Todo lo anterior, sin embargo, dependerá de que la inversión y la confianza de los consumidores mejoren sustancialmente con un panorama de mayor certidumbre, cuestión que el actual gobierno no parece saber alimentar.

 

Twitter: @equidistar

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.