El desafío del ITAM

El mayor daño al mejoramiento del entorno académico del ITAM lo hacen quienes conciben su labor como el de una coladera glorificada.
18 Diciembre, 2019

El reporte de tres suicidios de alumnos del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) durante 2019, y la protesta de sus estudiantes por el entorno académico asociado al recién ocurrido, señalan con claridad el desafío más importante del ITAM: procurar un ambiente saludable para su comunidad. Este no es un reto privativo de esta institución, y mucho se puede aprender de su caso para atender mejor la educación de las nuevas generaciones.

Tampoco es un asunto nuevo. En cierta ocasión, un grupo de alumnos de economía del ITAM enfrentó exámenes imposibles y la grosera negativa de su profesor a tocar el tema. No pedían preguntas fáciles, sino los medios para aprender a responderlas. No se cuestionaba la autoridad del profesor sino su desdeñosa sordera. Ante el enésimo desprecio a tener voz, todos sus alumnos abandonamos el salón pensando no volver, y sabiendo que por ello reprobaríamos. No lo hicimos. El ITAM intervino y el profesor corrigió.

La anécdota tiene cuarenta años. El recuento actual de casos de acoso, agresiones, amenazas, burlas, discriminación, gritos, homofobia, hostilidad, humillaciones, insultos, intimidación, machismo, maltrato, misoginia, prepotencia, racismo, vejaciones y miedo a las represalias sufridos por estudiantes del ITAM, e incluso algunos profesores, habla de un problema mayor, pero que no alcanza para atribuirle culpabilidad en ninguna muerte autoinfligida, ni se resuelve con ayuda psicológica individualizada.

En el ITAM es necesaria una profunda autocrítica para cambiar aquellas prácticas que le obstaculizan ser mejor.

La introspección institucional se facilitaría si de entrada se pone en claro que no se trata de sacrificar el rigor académico. Si acaso, tal exigencia debiera fortalecerse evaluando un mayor número de las múltiples facetas de las capacidades que adquieren los estudiantes y evitando caer en la laxitud de reducir el desempeño de un alumno al resultado de un solo examen.

La reflexión se obstaculiza partidizándola. Aunque para muchos cueste trabajo concebirlo, el ITAM no es un monolito ideológico y la variedad de sus profesores y materias permite una diversidad de visiones que se concreta a través de su libertad de cátedra y se multiplica en la pluralidad de sus estudiantes. Podrá discutirse el grado de su varianza, pero no su existencia. Es en la riqueza de la deliberación abierta de la comunidad del ITAM donde podrá encontrar las mejores respuestas a sus dificultades.

El mayor daño al mejoramiento del entorno académico del ITAM lo hacen quienes conciben su labor como el de una coladera glorificada. Nada más pernicioso que alcanzar la ‘excelencia’ mediante la selección darwiniana de quienes saldrán adelante con, sin o a pesar de su escuela. La idea de que se vayan del ITAM quienes no pueden con su entorno es la claudicación para mejorarlo.  Es inevitable que una institución no sea para todos, pero su selectividad no debe basarse en la resistencia a prácticas tóxicas.

En muchos sentidos mi generación “la tuvo más fácil” en las aulas del ITAM que aquellas que por casi quince años enseñé como profesor de tiempo completo, o a las que este año he enseñado ahí como profesor de asignatura.  Pero mal haría en magnificar, o minimizar, los retos del presente comparándolos con mi experiencia.  Cada generación tiene sus propios desafíos. El del ITAM es, hoy, estar la altura de las legítimas peticiones de sus estudiantes.

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.