Desarrollo y violencia contra las mujeres

Poner en entredicho la capacidad de una persona para decidir con autonomía mina las bases de su bienestar.
No hay bienestar significativo sin ver en los individuos la capacidad de plantear sus propias metas. Cuando el presidente López Obrador y sus adeptos recelan de la iniciativa de numerosas mujeres para protestar por la violencia de género el próximo 8 de marzo, y realizar un paro de actividades al día siguiente, socavan lo que dicen defender, el derecho a perseguir mejores condiciones para su desarrollo.
El bienestar comienza por el reconocimiento de las necesidades y deseos legítimos de las personas. Negados estos últimos, considerando, por ejemplo, que las mujeres que los expresan son sujetas de manipulación o débiles de voluntad, convierte la búsqueda de su bienestar, en el mejor de los casos, en un lamentable ejercicio de paternalismo. En el peor, en una forma de violencia de género disfrazada de políticas públicas.
La capacidad de las mujeres de plantear colectivamente las exigencias mínimas para perseguir su desarrollo, como la ausencia de violencia sexual, física y de otra naturaleza, no significa que no haya intentos de manipular políticamente esta demanda. No es extraño que la oposición y el gobierno quieran atribuirse o condicionar movimientos que no originaron o a los que no han sabido comprender y dar respuesta. De ahí la idea de conformar un ‘feminismo antineoliberal’ o un “feminismo antipopulista” nunca bien definidos.
Pese a que diversos actores políticos intentan capturar o descalificar la protesta femenina ante verdaderas condiciones de emergencia en lo que a la violencia contra las mujeres se refiere, ésta ha logrado definir la agenda pública, que suele monopolizar el presidente, y demandar alternativas a las medidas actuales para atenderla, lo que no ha sido capaz de plantear la oposición. La urgencia de respuestas es más que comprensible.
En el documento difundido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, ONUMujeres e Inmujeres, “Desarrollo humano y violencia contra las mujeres” (http://tiny.cc/m9mikz), Cristina Rodríguez y yo planteamos que el nivel de desarrollo humano de las mujeres en México puede considerarse como reducido por la violencia de género el equivalente a lo que suele avanzar en ocho años, esto debido a la pérdida de autonomía personal que está asociada a los frecuentes y variados episodios de violencia que sufren. En algunos casos, como el del Estado de México, este rezago es equivalente a perder 21 años de desarrollo.
Lo anterior significa que la erradicación de la violencia sexual, física, económica y emocional puede significar más que lo que históricamente se suele avanzar en un sexenio de gobierno. Esto es tan sólo considerando la violencia en las relaciones de pareja, donde más de una cuarta parte de las mujeres sufren de algún tipo de violencia, y más de la mitad de las víctimas suelen sufrir más de un tipo de violencia. Si a esto se agrega la violencia en los espacios públicos, educativos y laborales, la pérdida de desarrollo se magnifica.
En consecuencia, ver a las mujeres que dan voz y resonancia a las demandas de muchas más como una afrenta política o como impulso a una oposición indolente es extender el clima de negación de la capacidad de las mujeres para ser agentes de su propio desarrollo.
