El populismo de AMLO al descubierto
De acuerdo a Latinobarómetro 2018, México es uno de los seis países de la región donde más de un tercio de la población (38%) es indiferente al tipo de régimen y únicamente el 16% de la población está satisfecho con el desempeño de la democracia.
El 88% de la población considera que se gobierna para unos pocos y únicamente el 18% de los mexicanos percibe que existe una distribución de la riqueza.
En cuanto al nivel de confianza en las instituciones, las Fuerzas Armadas cuentan con el mayor nivel con un 50%, le sigue el Instituto Nacional Electoral con un 30%, el Poder Judicial con 23%, el Congreso con 22%, la Policía con 19%, el Gobierno con 16% y al último están los partidos políticos con 11%.
Los mexicanos tampoco confiamos en los medios de comunicación, ni las organizaciones de la sociedad civil, únicamente el 36% y 38% respectivamente los consideramos confiables.
De acuerdo a los propios hallazgos de Latinobarómetro, son los ciudadanos desencantados y frustrados con la democracia, el gobierno y las ideologías la fuente mayor en el surgimiento de populismos en la región.
En contextos con altos niveles de decepción ciudadana con la democracia debido al deficiente desempeño de sus instituciones para tomar en cuenta sus intereses, los líderes populistas son percibidos como capaces de interpretar, reconocer y representar los intereses del pueblo.
Esto es justamente lo que AMLO ha construido como un efectivo discurso que le sirve para legitimar cualquier toma de decisión:
Estoy comprometido con el pueblo de México, conozco sus intereses y toda mi actuación estará orientada a regresarle el poder por encima de los privilegios de una minoría que, por medio de la corrupción, los ha mantenido en la marginación y pobreza. A partir de una relación cercana, directa y permanente con el pueblo, sin interferencia de intermediarios, haré lo que el pueblo bueno y sabio quiera.
Bajo este discurso, parece claro que las instancias de intermediación de la democracia como son el Congreso, los partidos políticos, y la deliberación pública, son totalmente innecesarios.
Tampoco los pesos y contrapesos, ni mecanismos de rendición de cuentas: con el contacto permanente el presidente rinde cuentas a la ciudadanía de viva voz, evitando las interferencias de los órganos autónomos, que actuaron para la protección de intereses particulares.
Ello explica por qué, pese a lo que Aguilar Camín ha calificado como el inicio de gobierno más errático del México democrático, el nuevo Gobierno tiene una aprobación del 86%.
Este porcentaje contrasta con la opinión publicada, en donde a diario se hacen fuertes cuestionamientos sobre la manera en que se toman las decisiones, los impactos de las mismas tanto para la vida democrática como para la economía del país.
Para la gran mayoría de los ciudadanos estas críticas parecen no decirles nada. La gente está esperanzada que en esta ocasión, Andrés Manuel López Obrador verá por sus intereses y mejorará su calidad de vida.
Por otro lado, diversos colectivos se han involucrado en los procesos deliberativos sobre iniciativas de reformas constitucionales (Guardia Nacional, educativa y artículo 19 constitucional) para advertir sobre los riesgos de aprobar las iniciativas tal cuál las propone el nuevo gobierno.
En ambos casos, no importa la estatura moral de quien presenta los cuestionamientos, quién los apoyan, tampoco las evidencias ni los argumentos legales que los sustentan, lejos de ser considerados, no solo son ignorados, sino que son públicamente descalificados por el propio Presidente.
El Presidente sabe interpretar los deseos del pueblo, y todo aquél que lo cuestione, es parte de una minoría de la élite conservadora que quiere mantener al pueblo bajo su yugo.
Como muestra un botón: La respuesta del Gobierno Federal frente a todos los cuestionamientos realizados por especialistas en seguridad pública y derecho constitucional, defensores de derechos humanos, organizaciones de víctimas, organismos internacionales de derechos humanos y la Comisión Nacional de Derechos Humanos a la creación de la Guardia Nacional tal y como está planteada en la Iniciativa de Reforma Constitucional aprobada por la Cámara de Diputados.
El día de ayer 13 de febrero, en su conferencia de prensa matutina, ante la pregunta de un periodista de si los cuestionamientos a la Guardia Nacional habían generado algún cambio de postura sobre el mando militar, el Presidente responde más o menos esto:
Tengo conocimiento que en una encuesta el 90 u 80% de los mexicanos está a favor de la Guardia Nacional… Se quedaron en el modelo antiguo (los que cuestionan) que no dio resultados. Que los legisladores son los que van a decidir, pues son ellos los representantes del pueblo… Los expertos siempre son los que deciden, o los de la llamada sociedad civil… El pueblo raso no es tomado en cuenta, el pueblo es sabio… Ya que se acabe el elitismo, unos cuantos opinando por todos.
El 1° de julio se votó por un cambio… es de sentido común. Existen 230,000 elementos que de acuerdo a la Constitución no pueden hacer seguridad pública, sólo les está permitido la defensa de la soberanía… ¿qué es lo que más debe ocuparnos? La seguridad pública…. Y no podemos utilizar a esta institución ahora que la necesitamos? 40,000 marinos que tampoco les está permitido… Solo existen 20,000 policías federales en todo el país… Pero los expertos y de las organizaciones ¿Qué están pensando? ¡Ya basta de la simulación de estar haciendo análisis de la realidad sin transformarla!
Esta respuesta es una muestra del estilo de gobernar de AMLO. No le importa lo que diga el marco constitucional, tampoco los resultados de la deliberación pública, no reconoce la pluralidad de posturas frente a los problemas nacionales, no entiende de derechos humanos ni de Estado de Derecho, desprecia a los expertos y a las organizaciones de la sociedad civil.
Él representa al pueblo y bajo esta bandera dice actuar.
Aunque la defensa del sistema democrático parece ya no ser redituable. Pobres de nosotros si no la hacemos redituable.