El silencio de los empresarios

El hecho es que los grandes empresarios del país no se arriesgan con sus opiniones públicas aún y cuando las instituciones se vean en peligro. Prefieren mantenerse bajo la sombra, en una posición cómoda de no arriesgar el pellejo y mucho menos cuando se trata del gobierno
16 Junio, 2015
El Observador

La inmensa mayoría de los grandes empresarios del país solo hablan ‘de puertas para adentro’ cuando se trata de defender principios y valores de la vida pública del país. Los atropellos y las amenazas en contra de las instituciones públicas y de su bienestar futuro no encuentran defensa franca y abierta entre empresarios que han hecho del silencio un rito gremial.

Alguna vez le pregunté a un empresario de grandes vuelos por qué no decía públicamente lo que me comentaba en privado. Ya en varias ocasiones me había expresado su enfado con el gobierno por las políticas que estaba implementando. Me dijo simplemente –y sin dejar espacio para mi réplica- “que no era prudente hacerlo”. Que cuando tenía algún desacuerdo se lo decía directamente al secretario que correspondiera según el asunto.

El hecho es que los grandes empresarios del país no se arriesgan con sus opiniones públicas aún y cuando las instituciones se vean en peligro. Prefieren mantenerse bajo la sombra, en una posición cómoda de no arriesgar el pellejo y mucho menos cuando se trata del gobierno.

Piensan que para eso están “los otros”, aquellos a quienes financian, directa o indirectamente, precisamente para ocupar su lugar en el debate público de las ideas. Allá mandan a intelectuales, a dirigentes de los organismos empresariales, a periodistas afines, a cabilderos y sobre todo a analistas de los ‘think tanks’ que han pululado bajo el manto de sus fundaciones y de sus recursos económicos.

Son éstos sus caballos de Troya, mientras que ellos observan –a salvo- desde sus balcones en la sombra, la lucha por las ideas y por los principios que se libra en la arena pública.

¿Acaso un verdadero empresario, por definición, no es el que arriesga para alcanzar un objetivo económico para él y para sus accionistas?

¿Acaso la institucionalización de la vida pública del país, con su consecuente estela de confianza para los capitales, no es un buen negocio de largo plazo para un verdadero empresario?

¿Acaso la defensa de los derechos de la propiedad, de las libertades para crear, de la competencia, de la educación pública altamente competitiva o de una política fiscal responsable, no son los generadores de la confianza que se traducirá en mayores ventas e inversiones para sus propias empresas?

Claro, hablo de los verdaderos empresarios. No de aquellos que le apuestan permanentemente a amasar grandes fortunas en base a la especulación derivada de la debilidad e inestabilidad institucional. O aquellos rentistas cuya piedra angular es el acuerdo mafioso con el alto funcionario público para hacer grandes negocios a expensas de los contribuyentes y los consumidores.

Los empresarios de verdad tienen que ver a la construcción institucional, a la siembra de confianza y a la credibilidad de México en el exterior, como parte consustancial de la tasa de rentabilidad futura de sus propias empresas. Y es que la calidad de las instituciones del país está estrechamente relacionada con la rentabilidad futura de las empresas, o sino, pregúntenle a los socios y directivos de Walmart sobre su experiencia de negocios en México.

Pero regresando al principio. No se trata de que los grandes empresarios hagan política partidista, ni mucho menos; pero tampoco que los verdaderos empresarios se mantengan en silencio, en las sombras, cuando deben expresar clara y puntualmente sus desacuerdos con los gobiernos y los políticos cuando éstos pretenden debilitar a las instituciones o violentar el estado de derecho.

En esta arena pública está en juego el futuro inmediato de México y vale la pena arriesgar el pellejo para construir la confianza en las instituciones de la que aún carece México a pesar de las tan mentadas reformas.

Samuel García Samuel García Es economista y periodista económico. Es fundador y director de Arena Pública. Fundó y dirigió El Semanario de Negocios y Economía. Fue director editorial de Negocios del Grupo Reforma y del diario El Universal. Director fundador de Infosel. Fue profesor de la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos del CIDE y Coordinador-profesor del Diplomado en Periodismo Económico de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Columnista y comentarista en diversos medios de comunicación en México.