¿Por qué no les creemos?

El gobierno ha hecho añicos su credibilidad y ha podrido su influencia entre los ciudadanos antes de llegar siquiera a la mitad del sexenio. Cualquier acción que emprenda el Presidente debe pasar por el detector de mentiras porque la duda ciudadana es mucha.
2 Junio, 2015
El Observador

Quien hace del arte del engaño un estilo de vida no puede pretender ser creíble a lo largo de su existencia. Lo será en un primer tramo gracias a sus habilidades para burlar la confianza de los demás y al beneficio de la duda que naturalmente se le otorga. Pero en algún momento su credibilidad viene a menos, se deteriora; y cuando eso ocurre su pretendida influencia se pudre.

Eso le ocurre a una parte importante de la prensa, a los periódicos. Sus dueños buscan influencia –que malentienden como poder particular- pero sin estar dispuestos a entregar credibilidad a sus lectores. Y menos aún aquella credibilidad consistente que cosecha liderazgo y que, al fin y al cabo, se traduce en verdadera influencia perdurable.

Al gobierno mexicano le pasa lo mismo. Ha hecho añicos su credibilidad y ha podrido su influencia entre los ciudadanos antes de llegar siquiera a la mitad del sexenio. Cualquier acción que emprenda el Presidente debe pasar por el detector de mentiras porque la duda ciudadana es mucha. Y es que las verdades que ha pretendido vender su gobierno, incluyendo aquellas que suenan razonables desde el barandal de las políticas públicas, se han caído a pedazos por las sospechas fundadas de que éstas podrían ser verdaderos caballos de Troya.

La reforma educativa es uno de esos casos. Con todo y que fue una reforma inacabada, con muletas, para realmente darle un giro a una educación pública que camina al desfiladero, el gobierno de Peña Nieto la presentó como un puntal de su arsenal reformista. Una reforma a medias que muchos, con todo, vieron como un avance en medio de la nada. Pero la credibilidad del gobierno reformista en materia educativa estalló en mil pedazos cuando el propio gobierno decidió traicionar lo que había vendido como su esencia reformista. Entregó su reforma a cambio de prebendas políticas, de los intereses del poder particular, negándose a gobernar. Resultó ser su caballo de Troya en medio de la plaza pública.

La traición a aquellas convicciones que había vendido a los ciudadanos, violando las leyes y desautorizándose así mismo para hablar de estado derecho, han hecho añicos cualquier asomo de credibilidad.

Y para que no quede ninguna duda sobre la traición y la mentira, el gobierno se refugia en el silencio, en la no respuesta. No hay explicaciones. ¿Acaso debería haberlas? preguntaría el soberbio. Si buscas al secretario de Educación, al de Gobernación o al Presidente de la República, seguro que no te tomarán la llamada retaba esta mañana a su entrevistador Claudio X González Guajardo, el presidente de Mexicanos Primero. Y lo dice con la razón de la experiencia. Ésa ha sido la respuesta repetida -o más bien la no respuesta- frente a los cuestionamientos en este y otros tantos asuntos sobre las reformas.

A tirabuzón el gobierno promulgó hace unos días una ley anticorrupción en un acto protocolario en Palacio Nacional, pero el propio Presidente aún sigue dejando dudas sobre su patrimonio familiar al no presentar con suficiencia y claridad la información, a pesar de las presiones que enfrenta personalmente por presunto tráfico de influencias en el caso ‘Casa Blanca’ y también su secretario de Hacienda –y brazo derecho en el gobierno- con la adquisición de una propiedad en Malinalco.

Y como si no fuera suficiente, la agencia Reuters cuestionó, con documentos del Registro Público de la Propiedad de Valle de Bravo, la veracidad de la donación de un terreno propiedad del Presidente. Pero las respuestas no llegan o llegan a cuentagotas.

Nadie mejor que el vocero presidencial, Eduardo Sánchez, para resumir la política de avestruz adoptada por un gobierno con la credibilidad por los suelos, cuando le respondió a Reuters que el Presidente había dado la información requerida y que ningún otro dato que no esté especificado en el formato forma parte de la declaración y por lo tanto “no es sujeto de escrutinio público”. El manotazo, la no respuesta, y el silencio como estrategia de un gobierno en crisis que se quedó sin credibilidad.

¿Cómo creerle, entonces, a un mentiroso? La secretaría de Economía emitió un boletín el 20 de mayo pasado con conclusiones sobre la inversión extranjera directa al primer trimestre con cifras manipuladas y que, por lo tanto, constituyen una mentira. Lo dijimos aquí hace 8 días exponiendo los datos con información del Banco de México pero ningún funcionario de la secretaría de Economía ha respondido en todos estos días. Otra vez el silencio como respuesta, mientras que el boletín de prensa sigue allí, lleno de mentiras.

Es muy grave que el gobierno reformista haya trazado el camino de la desconfianza, de la pérdida de la autoridad moral. Un gobierno en el que no se puede confiar.

Samuel García Samuel García Es economista y periodista económico. Es fundador y director de Arena Pública. Fundó y dirigió El Semanario de Negocios y Economía. Fue director editorial de Negocios del Grupo Reforma y del diario El Universal. Director fundador de Infosel. Fue profesor de la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos del CIDE y Coordinador-profesor del Diplomado en Periodismo Económico de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Columnista y comentarista en diversos medios de comunicación en México.