La economía mexicana inicia este 2014 con grandes expectativas tal y como ocurrió a principios del año pasado cuando el recién instalado gobierno de Enrique Peña Nieto impulsó a través del Pacto por México una ambiciosa agenda de reformas económicas. Al amanecer de 2013 las expectativas sobre un futuro prometedor para México crecieron como la espuma y la prensa económica internacional no tuvo empacho en reproducir el discurso oficial, asumiendo a Mexico como la nueva estrella entre las economías emergentes, en lo que se denominó como el ‘Mexican moment’.
Un año después, la situación no es muy distinta. El mismo discurso, pero también la misma terca realidad. Y es que la construcción de grandes expectativas no es suficiente, por sí sola, para cambiar el estado de las cosas en la economía. Ya el pobre desempeño que tuvo el crecimiento económico, el empleo y los salarios en 2013, es argumento suficiente para tirar cualquier discurso grandilocuente sobre las expectativas económicas para este año, como lo muestran los más recientes resultados de la encuesta sobre la confianza del consumidor publicados por INEGI.
La terca realidad es que el año comienza con nuevas preocupaciones y con una mayor confusión entre los consumidores, cuestión que seguramente se reflejará en las próximas encuestas ciudadanas.
Es cierto que el gobierno de Enrique Peña Nieto logró remover la agenda pública en temas trascendentes –como el energético y las telecomunicaciones- logrando que el Congreso aprobara cambios constitucionales en estas y otras materias después de más de una década de parálisis legislativa, promoviendo a nivel constitucional una mayor apertura y competencia en sectores económicos altamente concentrados. Reformas que deberían traducirse en mayor inversión, crecimiento económico e incremento en la generación de empleos hacia los próximos años, además de mayores beneficios a los consumidores, en calidad y precio de productos y servicios, derivado de una mayor competencia de mercado.
Todo eso es cierto en el discurso, pero la terca realidad es que estos objetivos aún están lejos de ser alcanzados y los resultados para los bolsillos de los mexicanos aún no están a la vuelta de la esquina. Prácticamente durante el primer semestre del año los partidos políticos, el Congreso y el gobierno discutirán las leyes secundarias de las reformas energética y de telecomunicaciones para que en el caso de que éstas no descarrilen el espíritu original de las reformas (lo que pondrá a prueba las verdaderas intenciones de la partidocracia que debilita las instituciones), se implementen a través de reglamentos, contratos, licitaciones y adjudicaciones hacia finales de 2014 e inicios del próximo año. Es decir, en el mejor de los casos los beneficios económicos tangibles de las reformas aprobadas el año pasado, podrían comenzar a materializarse hacia la segunda mitad de 2015.
Lo que sí ya está a la vista son los incrementos de precios en una gran cantidad de artículos de primera necesidad comenzando por los combustibles –producto de una reforma fiscal improvisada- y que tendrán un impacto nada despreciable en el poder adquisitivo de los salarios en una coyuntura de holgura del mercado laboral con altos niveles de desocupación y con dos tercios de la población ocupada laborando en condiciones de informalidad.
Así que contradictoriamente a las buenas expectativas oficiales sobre la macroeconomía, las preocupaciones de corto plazo de la mayor parte de los mexicanos por el salario y el empleo se acrecentarán en las próximas semanas y es muy probable que la confusión ciudadana entre el discurso y la realidad no sea diferente a lo que ya se vivió en 2013.
Es la terca realidad -económica y política- que desafiará al “año de la eficacia” que prometió Peña Nieto.