Los pecados de la reforma

<p>Los mexicanos nos hemos acostumbrado a las reformas fiscales. Cada cierto tiempo el gobierno en turno anuncia una nueva en la que se prometen m&aacute;s o menos los mismos beneficios. La realidad es que los resultados de estas reformas no han variado en el tiempo y despu&eacute;s de varias de ellas, M&eacute;xico sigue tan rezagado en la recaudaci&oacute;n tributaria como hace una d&eacute;cada.</p> <p>As&iacute; llegamos a una reforma m&aacute;s, en 2013, con el mismo c&iacute;rculo perverso de siempre: Con ciudadanos desconfiados de que el gobierno mejorar&aacute; su calidad de vida a trav&eacute;s del pago de impuestos, y con un gobierno que atiza esta desconfianza neg&aacute;ndose sistem&aacute;ticamente a transparentar su gasto y a rendir cuentas claras de los recursos que los ciudadanos les entregan.</p>
20 Septiembre, 2013
El Observador

Los mexicanos nos hemos acostumbrado a las reformas fiscales. Cada cierto tiempo el gobierno en turno anuncia una nueva en la que se prometen más o menos los mismos beneficios. La realidad es que los resultados de estas reformas no han variado en el tiempo y después de varias de ellas, México sigue tan rezagado en la recaudación tributaria como hace una década.

Así llegamos a una reforma más, en 2013, con el mismo círculo perverso de siempre: Con ciudadanos desconfiados de que el gobierno mejorará su calidad de vida a través del pago de impuestos, y con un gobierno que atiza esta desconfianza negándose sistemáticamente a transparentar su gasto y a rendir cuentas claras de los recursos que los ciudadanos les entregan.

Ahora la reforma de Peña Nieto repite por lo menos seis pecados del pasado reciente.

PRIMER PECADO: La desigualdad ante la ley. Si bien la reforma se pregona como una que busca romper la tradicional desigualdad entre los contribuyentes, su intento es tímido; casi imperceptible. Un pequeño grupo de ricos -y no me refiero a quienes ganan 41 mil pesos al mes y que la reforma los califica de altos ingresos- seguirá gozando de los favores de un marco legal que les beneficia; mientras que otro grupo numeroso (60% de la economía) que se desempeña en la informalidad seguirá al margen del marco tributario, en calidad de ganadores frente a los cautivos, sin que nada o casi nada les ocurra.

SEGUNDO PECADO: La opacidad. Las medidas efectivas para transparentar a fondo el gasto en todo el sector público brillan por su ausencia y asfaltan el camino de la desconfianza ciudadana. Otra vez, hay promesas sin compromiso efectivo de los gobiernos para frenar la corrupción en el ejercicio del gasto en todos los niveles. La sonrisa de los gobernadores detrás del presidente Peña Nieto durante su discurso en Los Pinos, fue la estampa que retrató a los artífices de la escasa rendición de cuentas.

TERCER PECADO: La complejidad. Con todo y la reducción de más de cien artículos en la Ley del ISR propuesta en la reforma, quedan casi 200 más que hacen casi imposible que un mexicano de a pie declare sus impuestos sin cometer costosos errores. El SAT seguirá siendo el lugar santísimo de los contadores donde solo ellos pueden acceder; nada más alejado para un contribuyente mexicano.

CUARTO PECADO: La indolencia. El gasto público corriente sigue creciendo de manera imparable, más allá de los vaivenes de la economía y del bolsillo de los ciudadanos. En el Presupuesto 2014 se propone que el gasto corriente crezca 10.1% real anual -con un notable 15.5% en las pensiones- además de mantener salarios, prestaciones y apoyos descomunales para funcionarios de alto nivel del sector público, principalmente en los organismos autónomos, en el poder judicial y en el poder legislativo.

QUINTO PECADO: El cortoplacismo. En el planteamiento de la reforma se percibe un enfoque recaudatorio de corto plazo, quizá derivado de las presiones por la recesión económica que se engendró internamente. Una reforma enfocada a sustraer más recursos tributarios de los bolsillos de los contribuyentes cautivos para 2014 y que, además, incluye un fuerte endeudamiento del gobierno. En esta ocasión –como también ocurrió en el pasado- a esta reforma se le vistió de “reforma social” para su venta.

SEXTO PECADO: El despojo. El ciudadano no percibe los beneficios tangibles y directos de pagar impuestos. De hecho en México la tasa de pobreza no es muy distinta antes y después de los impuestos y transferencias, según muestra la OCDE. El pago de impuestos es percibido como un despojo sin retribución posterior, máxime cuando el Estado no cumple con los satisfactores mínimos de seguridad pública o de educación. Ahora la reforma pretende cobrarle impuestos a quienes inviertan en la educación privada de sus hijos, cuando el Estado no ha sido capaz de ofrecer un mínimo de calidad en la educación pública.

Samuel García Samuel García Editor y economista. Fundador y director de Arena Pública. Fundó y dirigió El Semanario de Negocios y Economía. Fue director editorial de Negocios del Grupo Reforma y 'El Universal'. Director fundador de 'Infosel'. Fue profesor de la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos del CIDE y del Diplomado en Periodismo Económico de la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Máster en Periodismo Digital. Columnista, comentarista y consultor para diversos medios en México.