El "voto blando" del 2018

Es tiempo de cuestionar, en el campo de la deliberación pública y la competencia política, a todos los que buscarán electores.
10 Diciembre, 2017

Han sido definidos los dos candidatos más fuertes, hasta el momento, para contender por la presidencia de la república: Andrés Manuel López Obrador por MORENA y José Antonio Meade por el PRI. 

Tras este hecho, hay un acuerdo general de que no bastará con el voto duro de sus respectivos partidos para que alguno de ellos gane. Será necesario el voto de los indecisos, pero también el de quienes pueden llegar a serlo porque no soportarían la continuidad priista o un cambio incierto con AMLO.

Ciertamente, tiene que atenderse a los seguidores fieles, pero los líderes de cada partido, el presidente Peña Nieto y López Obrador, saben bien la importancia de ir tras el voto flexible, aunque quizás más el primero que el segundo.

La designación como candidato del PRI de Meade, sin credencial de militante expedida por algún partido, claramente está dedicada a este voto. La relativa moderación del proyecto de nación 2018-2024 de MORENA tiene la misma dedicatoria.

 

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La naturaleza y el papel del voto rígido es claro. Los lopezobradoristas o priistas convencidos y disciplinados apoyarán a su líder sin cuestionamientos, al menos públicos. Algunos de ellos lanzarán severas críticas al candidato contrario y es posible que muchas de ellas sean razonables, pero su objetivo central será debilitar al oponente. Responder a estos votantes será inútil en términos de hacerlos cambiar su decisión, aunque esto sea informativo para los demás electores, por lo que probablemente no se haga.

Las características del votante sin piloto automático son distintas y su rol es crucial para la democracia. Además de los que llanamente no se inclinan por candidato alguno, están los que prefieren al abanderado del PRI, pero no quisieran verlo acompañado por los enormes vicios del aparato que lo cobija, notablemente la corrupción.

También están los que se inclinan por AMLO, pero dudan de su mesura y su capacidad para proponer un cambio responsable, y en particular señalan el riesgo de caer en el populismo.

El papel del votante sin convencimiento pleno de los paquetes persona-partido que se le ofrecen es el de intensificar la competencia política. Al cuestionar tanto la opción que menos le agrada como aquella por la que más simpatiza, promueve las aclaraciones, deslindes y propuestas de los candidatos que buscan su voto. Y aunque estos elementos no llegaran a cambiar las inclinaciones iniciales del votante, con ellos se impulsaría un aspecto de la democracia tan importante como la votación misma: la deliberación pública.

El ciudadano que se inclina por el exfuncionario de administraciones panistas y priista se beneficiaría de cuestionarle grandes temas: ¿Qué hizo y qué hará para atender la “Estafa Maestra” que involucra posibles desvíos desde la SEDESOL por 3.4 mil millones de pesos? Pero también convendría saber su posición en otros asuntos no tan sonados. Cuando en diciembre concluya su periodo un vicepresidente del INEGI ¿Favorecería abiertamente para su relevo un perfil tan criticado como el de Paloma Merodio?

Lo mismo aplica para quienes no descartan votar por el político expriista, experredista y hoy morenista ¿Qué significan en concreto sus propuestas de posible amnistía a funcionarios corruptos de la presente administración y a los narcotraficantes?  Cuando finalmente el CONEVAL salga del limbo legislativo en el que se encuentra ¿Qué garantías y perfiles propondría para sus consejeros de forma que pudieran decirle con plena libertad que subió la pobreza (si fuera el caso) sin temor a represalias?

 

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El beneficio de estos cuestionamientos no es sólo informativo, pues puede tomar la forma de compromisos específicos de los candidatos para moderar los aspectos más desagradables de sus compañeros políticos y de su propio talante ¿Poderes efectivos extendidos al Sistema Nacional Anticorrupción? ¿Referéndum sobre cualquier propuesta de amnistía a delincuentes y criminales? ¿Comisiones ciudadanas para proponer al Senado integrantes de órganos autónomos?

Para quienes aún reflexionan el sentido de su voto, el escrutinio al candidato presidencial con el que no empatizan es muy sano. Más saludable aún es incluir en su examen al que les agrada, pues esto puede llevar incluso a mejorarlo. Esto requiere, sin embargo, lo que el politólogo Guillermo O’Donell denominaba “ciudadanía de alta intensidad”, que entre otras cosas implica salir del claustro de los intereses particulares o de grupo y orientarse claramente a mejorar la cosa pública.

Para este tipo de ciudadano no es el momento de pronunciarse. Tampoco tiene mucho sentido para él responder los golpes de la crítica por los candidatos, pues los posicionamientos y explicaciones deben ser de ellos.

Es tiempo de cuestionar, en el campo de la deliberación pública y la competencia política, a todos los que buscaran electores. No hacerlo conduciría a la paradoja de que el voto duro termine alimentándose de una ciudadanía de baja intensidad, con baja autocrítica, en suma, del “voto blando” del 2018.

 

Twitter: @equidistar

 

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.