Durante 2014 y 2015 el peso mexicano se devaluó 31.5% frente al dólar, devaluación que se aceleró en las primeras 6 semanas de 2016, acercándose a mediados de febrero a los 20 pesos por dólar. Es decir, desde 2014 la moneda se ha depreciado ya cerca del 50% (45.0%).
Aun cuando las autoridades de la Secretaría de Hacienda y el Banco de México atribuyen esta devaluación exclusivamente a la incertidumbre y volatilidad internacionales y señalan que hay una sobre-reacción que eventualmente se corregirá, hay dos aspectos que llaman la atención.
El primero es el hecho de que en los últimos seis meses el peso ha sido la segunda moneda que más se ha depreciado frente al dólar dentro de los países emergentes, a pesar de los (supuestamente) sólidos fundamentos macroeconómicos; y, el segundo es el énfasis reciente del Banco de México en que se requiere un ajuste fiscal (o sea, una disminución del gasto público). Por ello, el Secretario de Hacienda anunció un “ajuste preventivo” del gasto, aunque sería para 2017 (¿?).
Por lo anterior, es importante preguntarse si la depreciación del peso puede estar reflejando no sólo el entorno externo, sino también algunos desequilibrios internos importantes.
Impacto de la caída de ingresos petroleros
Entre 2012 y 2015, la drástica caída del precio y del volumen de exportación (menos drástica) del petróleo provocaron una disminución de los ingresos petroleros del gobierno federal equivalente a 4.6 puntos porcentuales del PIB; sin embargo, en el mismo lapso sus ingresos no petroleros se incrementaron en 4.4 puntos, lo que significó que desde el punto de vista de las finanzas públicas la pérdida de ingresos petroleros prácticamente se compensó en su totalidad, si bien a costa de obtener esos recursos del resto de la sociedad. En otras palabras, se trasladó el ajuste de los menores ingresos petroleros al resto de la economía vía una mayor carga fiscal.
No obstante, los menores ingresos por exportación de petróleo contribuyeron a que el déficit externo (cuenta corriente) de la balanza de pagos se incrementara en forma sostenida, pasando del 1.3% del PIB en 2012 al 2.9% en 2015 (tercer trimestre). Y, más preocupante, los flujos de inversión extranjera directa en 2014 y 2015 solo alcanzaron a financiar 86% de dicho déficit, en comparación al 136.9% en 2012. Esto quiere decir que una parte del déficit externo ha tenido que financiarse con flujos de capitales (volátiles) y/o con endeudamiento externo en un entorno de fuerte volatilidad internacional.
El ajuste faltante
Pero el deterioro del déficit externo se debe solo en parte a los menores ingresos por exportación de petróleo. El problema fundamental es que, ante una caída de los ingresos del exterior, el gasto total en la economía (o gasto agregado) no se ha reducido o ajustado a estos menores ingresos, y el ajuste que no se ha dado ha sido en la parte del gasto gubernamental.
A pesar de haber anunciado un recorte al gasto público en enero de 2015, la Secretaría de Hacienda recientemente informó que el año pasado dicho gasto se incrementó en 5.2%, en términos reales, incluso por encima del monto autorizado por el Congreso antes del supuesto “recorte”. Además, esta cifra sería todavía mayor si se contabilizara el gasto no pagado a proveedores de todas las dependencias del sector público.
Por otra parte, aunque la meta de déficit público parecería haberse alcanzado en los últimos 2 años, esto ha obedecido a la aplicación de “contabilidad creativa” por parte de las autoridades. Desde 2009 se ha excluido del cálculo del déficit público al gasto de inversión de Pemex, en 2014 se excluyó también el de CFE y a partir de 2015 se añadieron a las exclusiones a las “inversiones de alto impacto del gobierno federal” (definidas discrecionalmente por el propio gobierno).
Por ello, la medida del verdadero déficit es el concepto denominado “requerimientos financieros del sector público” (RFSP) el cual incluye, como su nombre lo dice, todas las necesidades financieras del sector público. Estos RFSP han aumentado del equivalente a 2.8% del PIB en 2012 a 4.4% en 2015, un incremento del 57% en 3 años.
En otras palabras, a pesar de la caída de los ingresos petroleros, en los últimos 3 años el sector público ha mantenido un crecimiento sostenido de su gasto a expensas del resto de la economía, y del deterioro de las propias finanzas públicas y del sector externo de la economía.
PERSPECTIVAS
De lo anterior se puede concluir que el impacto de la volatilidad e incertidumbre externas sobre el tipo de cambio se debe a la disminución de los ingresos petroleros y a la creciente necesidad de flujos de capital externo para financiar el déficit externo frente a la falta de una disminución real del gasto público para adecuarlo a la menor disponibilidad de recursos (más aún, la perspectiva de una posible inyección de cuantiosos recursos a Pemex ejercerá más presiones sobre las finanzas públicas).
Por ello, sorprende que el Secretario de Hacienda anuncie un recorte del gasto público para 2017. En la medida en que no haya un ajuste real (creíble) del gasto en 2016, será sumamente difícil observar una corrección significativa de la supuesta “sobre-reacción” del tipo de cambio del peso.