¿Y el proyecto de Nación, apá?

José Antonio Meade tiene la oportunidad de intentar salirse de la caja que lo trajo. Infortunadamente ha estado inmerso en estas inercias por años, no conocen otro idioma que la pura “operación”
12 Diciembre, 2017

Uno supondría que querer ser presidente y haber trabajado para ello por cerca de dos sexenios desde las más altas esferas de la administración pública, implicaría que se pretende llevar a cabo un proyecto de nación que se tiene muy claro, bueno o malo.

Por lo mismo, también uno supondría que al arrancar en el tercer lugar en las encuestas, durante su registro en el partido que lo postula pronunciaría un discurso donde se vislumbraría ese gran proyecto de nación.

No fue así. Por ello, uno tiene que seguir suponiendo que seguirá “consolidando” la política económica de la cual ha sido un partícipe fundamental. Es decir, parece que se continuará con el status quo, y con el discurso de “consolidación” de las reformas estructurales (que dicho sea de paso, como lo he sostenido en otros espacios, ni son tal).

Alternativamente, puede ser que su equipo en el gobierno actual esté a toda velocidad diseñándole un Programa de gobierno (con recursos públicos). Sus opositores han presentado ya las ideas y han vislumbrado las políticas públicas a implementar para intentar cambiar el rumbo de la economía hacia uno ascendente. Pueden gustar o no, pero ya están en la mesa.

Pero ¿por qué es importante cambiar el rumbo? Pues porque el actual no ha dado resultados. Y no ha dado resultados porque la economía no se ha diagnosticado correctamente. Sin éste, pues, las medicinas no aliviarán al enfermo.

 

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Es necesario que se diagnostique bien al mórbido. El inconveniente es que para diagnosticarlo apropiadamente se necesita que el doctor reconozca algunos errores que cometió porque lleva tratando al paciente muchos años, cosa que en la medicina y la economía no ocurre frecuentemente.

Es importante que este candidato del partido en el poder lo entienda bien, de lo contrario prometerá cosas con más de lo mismo, que no han arrojado resultados. Para parafrasear apócrifamente a Einstein, no se puede resolver los problemas con la misma forma de pensar que nos trajo hasta aquí.

Este candidato representa la culminación de esa forma de pensar. Aún así, tiene una extraordinaria oportunidad de intentar salirse de la caja que lo trajo hasta acá. Infortunadamente, a decir de lo que los periódicos publican que es su equipo, no creo que éste pueda resolverle sus problemas, pues han estado inmersos en estas inercias por años, no conocen otro idioma que la pura “operación”. Son políticos disfrazados de tecnócratas.

 

Meade llegó con fama de buen administrador, pero le falta ahora vestirse de estadista.

 

Su pensamiento es también el del candidato, y aquí radica la paradoja. Copó todas las posiciones de la administración pública con gente que piensa como él y que le es fiel. Y naturalmente ahora no se puede esperar que ese mismo equipo le dé nuevas ideas. Seguramente se apropiarán de una que otra idea que esté en el aire, pero el resultado será el mismo de los últimos 20 años: un conjunto de propuestas desconectadas entre sí, y plagadas de inconsistencias entre ellas.

Durante sus cinco turnos al bate fue un extraordinario administrador que cumplió a cabalidad lo que el presidente en turno le encargó. No “hizo olas” y eso se lo apreciaron sus jefes. Pero al optar por esta estrategia, no pudo diseñar ni una sola política pública innovadora, porque éstas implican costos.

 

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No se le conoce ninguna en sus cinco turnos al bate (el incremento del precio de la gasolina, que no era una política sino una necesidad impostergable en un ambiente de déficit público, fue un reto que no manejó adecuadamente; como presidente tendría muchos de éstos). Y tampoco nunca contrató a alguien que se la elaborara.

Hoy vemos las consecuencias. Llegó con fama de buen administrador, pero le falta ahora vestirse de estadista.

Para lograr lo último, desaprovechó sus turnos al bate (su principal ventaja es a la vez una paradoja: tener cinco oportunidades para cambiar cosas). Y aquí reside su pecado. Es paradójico porque el carisma no es su mejor arma. Solo queda maquinaria y dinero versus hartazgo.

Pronto veremos qué domina.

 

* El autor es investigador y académico del CIDE

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".