Historia de Dos Cumbres

10 Septiembre, 2015
Ethos Laboratorio de Políticas Públicas

Por José Luis Chicoma
Director General de Ethos Laboratorio de Políticas Públicas

En los últimos meses, Ethos participó en dos reuniones o cumbres de think tanks. La Cumbre de Think Tanks de Norteamérica (North American Think Tank Summit), que se realizó en el Washington, DC, y la Cumbre de Think Tanks del G20 (G20 Think Tank Summit) que se realizó en Pekín.

Tal vez lo más resaltante en este tipo de reuniones es la catarsis. Es inevitable que cuando uno se reúne con gente que ha sufrido “emociones similares”, se genera una experiencia catártica. En el caso de muchos think tanks que participan en estas cumbres, los sospechosos comunes de esta catarsis, es decir, los retos que enfrentamos día a día, son similares: cómo tenemos más incidencia en políticas públicas, con un rol persuasivo o uno confrontacional, cómo nos relacionamos mejor con los medios, cómo conseguimos más financiamiento, a la vez manteniendo nuestra independencia, entre muchos otros.

La Cumbre de Think Tanks de Norteamérica, que tuvo como anfitrión al Wilson Center, fue diseñada justamente para generar este intercambio de experiencias entre más de setenta organizaciones de Canadá, México y principalmente de Estados Unidos. La variedad de los participantes enriqueció este intercambio. El concepto de think tanks es como un paraguas que alberga a un rango muy amplio de organizaciones diversas, diferenciadas en varios aspectos: ideológicos o pragmáticos, generalistas o especialistas, académicos o activistas, entre otras categorías.

Las diferencias son aún mayores por las coyunturas tan disímiles entre los países. Algunos de los think tanks más pequeños de EE.UU. son del mismo tamaño que los más grandes de México. O mientras que en México se enfrenta un serio problema con el asesinato de periodistas, una de las principales preocupaciones de los medios en EE.UU. es el acceso a una Casa Blanca fascinada con las redes sociales.

Sin embargo, gran parte de los retos son compartidos de alguna u otra manera. Debatimos cómo mejorar el reclutamiento y la retención de recursos humanos en un contexto en el que sector público y privado pueden brindar mejores condiciones. También cómo desarrollamos nuevas estrategias y modelos de negocios para atender a los cambios en los patrones de financiamiento. Y cómo mantener y mejorar la calidad e integridad de nuestras investigaciones, cuando muchos tenemos que dedicar gran parte de nuestro tiempo a conseguir fondos. Personalmente, me llamaron mucho la atención tres temas transversales a la mayoría de las sesiones y las siempre reveladoras conversaciones en los coffee breaks.

El primero, la democratización de los medios, constante y dramática en su intensidad, genera muchos retos para que los think tanks nos adaptemos a un ritmo más rápido y con abundancia de información. Nuestro tipo de organizaciones producen documentos largos (longform), por lo que nos es más difícil adaptarnos a un presente de 140 caracteres y un posible futuro de micro-noticias para el i-Watch. Así, es urgente dejar de hacer las cosas de manera inercial, y pasar rápidamente del “PDF” hacia otros medios. Esto no implica necesariamente estar cautivo de todas las redes sociales, dado que muchas de estas van a estar muy centradas en la coyuntura efímera. Tal vez Facebook, Twitter y LinkedIn son más relevantes para nuestro público, y menos Instagram. Pero también es importante crear plataformas más profundas en la experiencia e interactivas, en las que se pueda leer, ver y escuchar. La tecnología de producción no tiene que ser cara: desde infografías básicas que simplifiquen una investigación compleja, a podcasts que pueden llegar a ser muy populares (CSIS mencionó que tiene aproximadamente dos millones de downloads, todavía no como This American Life, pero impresionante para un think tank).

El segundo tema, la transparencia, es omnipresente en las reuniones de think tanks. Siempre reconocemos la necesidad de hacer más abiertas nuestras fuentes de financiamiento. Sin embargo, el tema cobró relevancia especial en EE.UU.; el controversial artículo de The New York Times que acusó a muchos prestigiosos think tanks de defender intereses foráneos, y que generó una enérgica respuesta de los aludidos, puso el tema en palestra (Hillary Clinton no es la única molesta con la cobertura que ha recibido). Y tal vez la lección más importante de este episodio, es que es difícil transmitir al resto nuestra naturaleza distinta, en la que, en muchos casos, en un ambiente con más competencia y menos recursos, sin los fondos internacionales algunos de nosotros no podríamos sobrevivir. Por eso, adicionalmente a los esfuerzos por ser más transparentes, deberíamos proactivamente generar más debate público (y muy informativo) sobre el rol de los think tanks en nuestras democracias y cómo se podría mejorar. 

Y el tercero, la innovación, siempre se presenta como una necesidad básica para sobrevivir en cualquier sector. Particularmente, en esta “industria de las ideas”, dónde debemos estar un paso adelante para proponer mejores formas de gobernar y hacer política. Por esto, a pesar de que es natural el equipo de los think tanks sean ex-políticos, ex-funcionarios públicos y ex-periodistas, también es importante darle más multidisciplinariedad para fomentar la creatividad. Desde más diseñadores gráficos para comunicar mejor, a programadores para procesar mejor más información. También pasar de oficinas centralizadas, a organizaciones más móviles, con miembros del equipo viviendo en diferentes lugares del país, para construir una perspectiva más integral de la realidad y tener impacto más descentralizado.     

Washington DC, la ciudad sede, fue ideal para esta reunión. Tiene una concentración muy grande de think tanks. Si antes eran conocidas en DC sus aglomeraciones de empresas cabilderas en K Street, o el Embassy Row en Massachussets Ave., ahora ya hay un Think Tank Row muy cerca. Esto lo observó James McGann, el Director del Think Tanks and Civil Society Program de la Universidad de Pennsylvania, justamente el promotor y organizador de estas cumbres en todo el mundo. Gracias a su liderazgo y poder de articulación, ya se realizan estas cumbres regionales en América Latina, Europa, Asia, África, y una Global, entre muchas otras, en las que think tanks de todo el mundo pueden aprender y enseñar a sus semejantes para que todos mejoremos nuestra gestión e impacto.

En Pekín, la otra capital política más importante del mundo, se celebró una reunión muy distinta. La Cumbre de Think Tanks del G20, más que una reunión de intercambio de experiencias, fue una reunión que tenía como eje temático el debate sobre el rol que pueden jugar los think tanks en la agenda de los países del G20. Ya se han dado otras reuniones sobre este mismo tema, pero esta es la tercera organizada por el Instituto Chongyang para los Estudios Financieros de la Universidad de Renmin.

Este dinamismo del Instituto Chongyang refleja la reciente importancia que tienen este tipo de organizaciones en China. Hace unos años, la revista Monocle, en su ranking anual de Poder Blando, reconocía a los Institutos Confucio como una buena herramienta para expandir la influencia de China a nivel global. Ahora, los think tanks parecen complementar esta estrategia. Desde la meta del gobierno de establecer al menos 100 think tanks chinos a nivel nacional, hasta una nueva ola de organizaciones que son muy activas, tanto a nivel nacional como internacional, se ve un énfasis en expandir la “industria de las ideas” china.

Y justamente el G20 presenta una problemática ideal para la participación de think tanks. Desde el nuevo impulso que se le dio a partir del 2008 y la crisis financiera, el G20 tiene muchos retos con respecto a su gobernanza y a los temas que tiene que abarcar. Aunque todavía no tiene un secretariado establecido, siempre se debate la conveniencia de crearlo. A pesar de haber funcionado bien para coordinar esfuerzos durante la crisis, no tiene mecanismos vinculantes ni eficientes para la implementación de sus acuerdos. Y pasó de una coyuntura que apremiaba la concentración de esfuerzos en el control de una crisis, a un contexto en el que los requerimientos pueden ampliar más la agenda del grupo, desde mayor injerencia en cambio climático, hasta la implementación de medidas anti-corrupción.

Frente a esta agenda con naturaleza dinámica y cambiante, el rol de los think tanks es más relevante, dado que dedicamos gran parte de nuestro tiempo a investigar nuevos temas y ver cómo es que se pueden impulsar. Así, en la Cumbre debatimos ideas novedosas sobre la gobernanza del G20, y cómo podría impulsar temas adicionales, que van desde la innovación verde, hasta impulsar mayor oportunidades para los jóvenes.

Y, tal vez la lección más importante de debatir estos temas entre think tanks de muchos países, es que a pesar de nuestras grandes diferencias temáticas, culturales, de comunicación y difusión, y estilos, el trabajar juntos nos permite ver que coincidimos en más de lo que podemos prever, y que si trabajamos juntos en redes nuestra voz se fortalece muchísimo. Lo mejor que puede decir un think tank sobre un tema global, se puede perder la abundancia de información. Lo que dicen conjuntamente unas decenas de think tanks, sí puede llegar a tener impacto. 

Ethos Lab Ethos Lab Somos un Laboratorio de Ideas (Think Tank) que transforma investigaciones y experiencias en recomendaciones claras y acciones concretas de política pública. Nuestro principal objetivo es atender los problemas más relevantes y principales retos para el desarrollo y progreso de México.