Balance crítico y retos del gobierno
A pesar de la euforia reformista desatada en el primer año de gobierno (2013), de un equipo de técnicos al frente de la política económica, y de un gobierno joven, a cuatro años de distancia la economía continúa padeciendo de muchas de las mismas dolencias del pasado.
¿Cuales han sido las fallas y cuales son los retos a futuro?. En esta nota intentamos dar algunas explicaciones centrales:
La política económica
La política económica en la presente administración no estuvo bien definida ni con rumbo firme.
Al inicio, el gobierno refrendó el compromiso con la disciplina y, meses más tarde, la abandonó para caer en desequilibrios que hoy le pesan al país.
La economía enfrenta un creciente déficit fiscal, aceleración del endeudamiento público y un desequilibrio externo amplio, además de una inflación al alza que ya se acerca a su objetivo de 3%.
El resultado evidentemente fue elevar la vulnerabilidad de la economía y la pérdida de confianza.
A pesar de que la reforma fiscal generó ingresos adicionales de una magnitud similar a la caida en los ingresos petroleros, la aceleración del gasto público se hizo evidente en un ampliación del desequilibrio fiscal.
La lección es “una reforma fiscal no sirve de mucho, si no introduce disciplina en la parte de gastos”.
La política monetaria también le hizo comparsa a la expansión fiscal, porque desde 2013 empezó a relajarse para hacerse expansiva y reducir la tasa de interés hasta su mínimo histórico de 3%, en un ambiente de inflación por encima del objetivo.
La prolongación de la expansión monetaria, al mantener tasas artificialmente bajas, generó incentivos perversos para continuar con un nivel de gasto público creciente, aprovechando el bajo costo de financiamiento de la deuda en el mercado interno.
Más adelante, al utilizar al peso mexicano como el único amortiguador de los choques externos, la ganancia cambiaria entregada al gobierno como remanente de operación constituyó otro incentivo perverso para financiar el gasto.
Al final, a pesar del despliegue de la artillería fiscal y monetaria y de todas las reformas implementadas, el crecimiento de la economía ha sido bastante bajo, apenas 2% en promedio en los primeros cuatro años.
Las reformas no han atraido las inversiones que se esperaban, precisamente porque no han ocasionado los cambios estructurales necesarios para aumentar el atractivo del país, o bien porque el atractivo se sobrevendió y los mercados ahora están desilusionados.
En resumen, México continúa sufriendo de una baja inversión, tanto pública como privada, lo cual limita la capacidad de crecimiento de la economía. Al parecer, al gobierno le interesaba más producir cantidad de reformas, en lugar de reformas con calidad.
La búsqueda del factor equivocado
Hubo un error de diagnóstico en la elaboración del programa económico 2013-2018, porque se determinó que el problema del crecimiento mexicano es la productividad.
Así, se construyó un programa económico en torno a la búsqueda del factor equivocado: la productividad.
En realidad, la productividad es solo un resultado de la acumulación de capital que se logra a través de la aceleracion de la inversión en capital físico y humano.
Por lo que el programa de gobierno estuvo mal enfocado desde su inicio. De hecho, el problema de las reformas es precisamente que hasta ahora no han aumentado la inversión como se esperaba, o bien porque han sido lentas o porque han perdido atractivo.
Así, el crecimiento en los primeros cuatro años del actual gobierno no ha mejorado y continúa estando por abajo del potencial.
México “sobrevendió” sus reformas en los mercados internacionales, y ahora al no tener los resultados prometidos ha habido una desilusión y pérdida de confianza. Por lo que el problema a resolver en el país es doble: se tiene que buscar acelerar la inversión y por otro lado restablecer la credibilidad perdida.
Los retos
La lección que no debió haberse olvidado es que “cuesta mucho ganar credibilidad, pero es muy fácil perderla”. Por lo que el reto para el gobierno es triple y va a tomar tiempo resolverlo.
Lo primero que debe hacer es empezar a restablecer la disciplina fiscal perdida en los cuatro años anteriores.
Segundo, impulsar medidas de promoción de la inversión privada nacional y extranjera, incluyendo la profundización de los cambios estructurales.
Tercero, el gobierno en general debe asumir el compromiso de atacar la corrupción y el tráfico de influencias a todos los niveles, al mismo tiempo que necesita fortalecer las instituciones y asegurar la aplicación justa de la ley.
Sin estas resoluciones, el país está condenado no solo a seguir produciendo crecimiento mediocre, a consolidar la desconfianza y, a empeorar el descontento social.