Crecimiento y desarrollo económico

Hacia finales de los años 1980s (1988) el connotado economista Robert Lucas, a la postre Premio Nóbel de Economía 1995, escribió un artículo que intituló “La mecánica del desarrollo económico”.
Yo había acabado mi licenciatura en 1985, así que tres años después leí con mucho interés dicho estudio. Para mi sorpresa el artículo, publicado en el Journal of Monetary Economics, solamente versaba sobre crecimiento económico, es decir, utilizó el término como sinónimo de desarrollo económico. Para entonces, la teoría del crecimiento económico endógeno comenzaba, con él a la cabeza, entre otros, como por ejemplo su alumno Paul Romer.
Poco antes, en mi licenciatura había yo tomado un curso sobre desarrollo económico. El profesor, cuyo nombre no me puedo acordar, nos hizo leer un buen número de escritos para que al final del semestre pudiéramos concluir que crecimiento era tan solo un componente del desarrollo económico. Recuerdo que el profesor era muy pasional porque se propuso contradecir a Pedro Aspe, quien en esa época había afirmado que primero había que crecer y después repartir.
Para no hacer el cuento largo, la conclusión en 1984 a la que llegamos después de arduas discusiones era que para que hubiera desarrollo económico eran necesario que se cumplieran tres condiciones. Primero, que hubiera crecimiento sostenido acorde a nuestro potencial; segundo, que se abatiera la pobreza; y, tercero, que el ingreso estuviera distribuido razonablemente. Cuando eso sucedió, nuestro maestro nos hizo leer un texto adicional, esa vez del economista chileno Octavio Rodríguez, en el que se afirmaba precisamente eso (bonito método de enseñanza). Este autor argüía que era necesaria la existencia de las tres condiciones.
Veinte años después (2006), el Banco Mundial publicó un estudio (Poverty Reduction and Growth: virtuous and vicious circles) en el que prácticamente adoptaba esa definición. Un gran avance en el pensamiento de esta institución, que se había caracterizado en solamente mirar el crecimiento, y que iba en la línea del escrito de Octavio Rodríguez publicado por el editorial Siglo XXI veinte años antes. Me invitaron como comentarista a la presentación de dicho informe, en el Banco de México y discutí esos conceptos.
Hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador nos recuerda que crecimiento y desarrollo no son lo mismo. Supongo que esa discusión de los años 1980s en América Latina (porque no se daba en EU ni en Europa) lo marcó, porque ante la falta de crecimiento económico, argumenta que ha habido desarrollo.
Esta discusión plantea las siguientes preguntas. ¿Puede haber desarrollo económico sin crecimiento, como sugiere AMLO? ¿Puede haber desarrollo económico con crecimiento? ¿Existe secuencia (es decir, primero hay que crecer y después lo otro viene solo como decía Aspe; o alternativamente, primero hay que abatir pobreza y reducir desigualdad y, después crecer, como aparentemente sugiere AMLO)?
Me parece que estamos en una encrucijada conceptual. No obstante, antes de intentar decantarse por alguna de las alternativas, es necesario reconocer que se puede contar con tasas de crecimiento económico altas y no disminuir pobreza ni desigualdad. En contraste, si bien puede haber avances en abatimiento de pobreza y desigualdad, sin crecimiento económico en el mediano plazo se revertirían dichos avances.
Desde mi perspectiva, creo que el debate, si bien interesante, no plantea la premisa de que los tres elementos NO son excluyentes. No hay blanco o negro. México debe intentar retomar el crecimiento y a la vez diseñar mecanismos fiscales (personalmente prefiero del lado del gasto público, por una cuestión de pragmatismo y realidad institucional) para abatir pobreza y reducir desigualdad. Esto solamente se puede si recuperamos la inversión, a la que en turno se le debe otorgar certidumbre económica; en adición, sine qua non, mediante una reforma fiscal que garantice una seguridad social universal.
