Cabo Pulmo: ¡A salvo!.... Por ahora
Los últimos treinta minutos del trayecto para llegar a Cabo Pulmo se recorren por un accidentado sendero, por apenas una brecha de terracería cuyo trazo llega al corazón del parque acuático que se encuentra bajo protección federal y de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Cabo Pulmo, calificado por el científico y conservacionista fracés Jacques-Yves Cousteau como el “acuario del mundo”, es una bahía de aguas color azul turquesa; de un mar de tonos intensos cuya belleza es producto de la biodiversidad y el equilibrio protegido en sus mares desde hace varias décadas. A este territorio lo custodian rocas milenarias en donde llegan ballenas, leones marinos, mantarrayas, pelicanos y tortugas; la fauna del mar y la tierra que han hecho de los litorales de Baja California su hogar.
Este es el territorio del Golfo de California, cuya riqueza ambiental fue declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad, pero cuya conservación y protección es responsabilidad del Estado mexicano y ahora del gobierno de Enrique Peña Nieto. Ya Felipe Calderón tuvo que guardar el proyecto en el cajón ante la oposición social que trascendió a organizaciones de ambientalistas como Wild Coast y Greenpeace.
Por ahora, la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) que emitió la Semarnat para desarrollar aquí el llamado “Nuevo Cancún” se encuentra en un compás de espera y en los bolsillos de empresarios chinos que “compraron” gran parte de los terrenos que rodean Cabo Pulmo a inversionistas españoles del banco Sabadell.
Pero la amenaza sigue porque han prometido que regresarán con un nuevo proyecto que ahora asesora John McCarthy, un ex directivo de Bancomex, ex director de Fonatur y uno de los artífices del fracasado proyecto de la Escalera Naútica.
McCarthy es una persona carismática y en su momento fue un buen directivo bancario; pero como director de Fonatur llevó los criterios comerciales y la plusvalía del negocio inmobiliario en áreas protegidas por encima del interés público y ambiental del país.
La oposición social para proteger a Cabo Pulmo es fuerte en los municipios que custodian Baja California y están dispuestos a defender este proyecto para el cual se prometen inversiones de 3,200 millones de dólares. ¿A cambio de qué? Simple, a cambio de iniciar la destrucción de este santuario marino.
En Cabo Pulmo abundan los letreros de propiedad privada, en donde destacan los de Baja Properties –una de las inmobiliarias más activas en la zona- los alambres de púas atados a palos hacen las veces de improvisadas vallas con las que se busca advertir que los dueños de los terrenos que rodean a Cabo Pulmo están listos para formar parte del complejo turístico que se planea para esta zona.
Para quienes viven ahí la prioridad es proteger el parque marino; el arrecife de coral vivo más importante de Norteamérica y la biodiversidad de la zona. Así que los dueños de esos terrenos deberían saber que la plusvalía y el boom turístico con el que sueñan no podría o no debería pasar por un impacto urbano que dañe a la región.
Aquí el agua dulce es poca; los turistas que después de visitar la zona desean retirarse la arena del mar tendrán que hacerlo con apenas un poco de liquido que se cuida con gran recelo. Aquí, sin embargo, los inversionistas extranjeros quieren construir complejos hoteleros con miles de cuartos; también, un campo de golf profesional en una zona semidesértica en donde, además de agua serán necesarios todo tipo de agroquímicos que llegarían al subsuelo dañando irremediablemente el arrecife de coral.
¿Cómo –entonces– la Semarnat aprobó una MIA? “Aquí no entendemos cómo piensan en construir algo así”, dijo Luis, quien dejó la pesca comercial por el turismo ecológico y ahora maneja una de las lanchas de la cooperativa que ofrece paseos a los visitantes a quienes se les prohíbe retirar piedras o conchas de la zona.
Una inversión por un 1.8 millones de pesos se anuncia en la vereda que lleva a Cabo Pulmo; para varios kilómetros, sin embargo, no será suficiente ni siquiera para colocar una ligera capa de asfalto. Es claro que para los pobladores de Cabo Pulmo no serán fáciles las cosas, ni la llegada del dinero público mientras no cedan a la inversión privada. Ellos, mientras tanto, siguen protegiendo este acuario, el más grande del mundo.
