El Salón Independiente y el Cine Independiente en el MUAC

9 Marzo, 2019
Esta exposición no debería ser temporal, por su gran valor en múltiples sentidos. Es un punto de quiebre en la historia del arte mexicano.
Esta exposición no debería ser temporal, por su gran valor en múltiples sentidos. Es un punto de quiebre en la historia del arte mexicano.
Cinetlán

Los grandes directores de cine, las vacas sagradas, en algún momento fueron también simplemente muchachos con aspiraciones que hacían malos cortometrajes.

Esto que parece una obviedad, es difícil de confirmar porque muchas veces los primeros trabajos de muchos directores no se editan, no se publican y es imposible verlos a menos que uno visite las escuelas de cine, filmotecas o cinetecas donde se conservan a veces estos trabajos, o si el director te los facilita de su colección personal. Pues me vine a topar con los primeros trabajos de Felipe Cazals y de Arturo Ripstein en un museo. Aclaro que los cortos son malos técnica y estéticamente, pero muy valiosos. Aquí la historia.  

Estas semanas el Centro Cultural Universitario ha vivido una increíble efervescencia cultural. No sólo ha cobrado cada vez más fuerza el FICUNAM, con la magnífica dirección de Abril Alzaga, y todo el apoyo de la UNAM, en especial de la Coordinación de Difusión Cultural con Jorge Volpi al frente, llamado a ser un Festival Internacional de gran calado; al mismo tiempo el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (el MUAC, la perla de Teodoro González de León) clausuraba una exitosa exposición de la Arquitecta Zaha Hadid, la primera mujer arquitecta en ganar el Pritzker. Sumamente interesante por la heurística de su diseño.

Aunque yo tengo un pero: la arquitectura de ZHA es suntuaria, megaobras que solo puede pagar el gobierno o multinacionales millonarias. Son complejos arquitectónicos de fantasía, muy hermosos, pero que un paisano de Ecatepec no va a ver jamás (obvio, hablo de mi).

Yo creo que la arquitectura hay que vivirla, no verla en fotos y planos. Además la curaduría poco didáctica, abigarró el espacio con fotografías y maquetas, (una curaduría churrigueresca) que deberían haberse vinculado pero que aparecían desvinculadas, desarticuladas y fuera de contexto, la impresión sensorial producía empacho, empacho de diseño.

No sé si alguien lo ha vivido, es cuando estas viendo pero en realidad ya no estas viendo, hay tanta información que la psique colapsa de alguna manera. La verdad la exposición era muy impresionante, pero también muy basta.  

Entre sus virtudes museográficas estaba la integración, muy en el fondo del salón y medio tapada, la obra del arquitecto mexicano Félix Candela, esa sí, bien montadita. Cada plano con su foto y cédula, un arquitecto mexicano igual de interesante que Zaha, pero de otro tiempo, y sin los presupuestos de Zaha.

También había una experiencia de realidad virtual de los espacios de ZHA, que nos permitían fantasear un poco con la estancia en estos grandes palacios modernos. Pero lo más, más, más interesante fueron los objetos de la vida cotidiana diseñados por Zaha Hadid. Mi favorito fue un rayador de queso. Me pregunté a mi mismo: ¿utilizaría un rayador de queso de 50 mil dólares para rayar queso? El rayador de queso que compre en el tianguis de la San Felipe costó 20 pesos, pero es bastante práctico, tiene cuatro modos de rayado de queso, en ese sentido muy superior al de Zaha pero claro, sin el diseño de la maestra.

La pregunta importante es: ¿vas a rayar queso o vas a mamonear? Justo al terminar esta última frase, pude ver con claridad a un grupo de mexicanos consiguiendo aquel rayador de queso. Casi puedo imaginármelos en sus cocinas, mirándome fijamente mientras rayan el queso y preguntándome así casual: ¿Sabes cuánto costo este rayador de queso?   

Estaba en estos profundos pensamientos cuando ingresé a otro salón del MUAC, para encontrarme con una exposición con la que siempre soñé: El Salón Independiente. Y no estoy bromeando. Hace muchos años escribí un biográfico sobre el pintor Gilberto Aceves Navarro; el maestro Adolfo Castañón le hizo una entrevista de profundidad donde surgió el tema del Salón Independiente.

El maestro Aceves Navarro relató a su modo como había vivido aquel momento cumbre del arte mexicano. Y yo moría de ganas de haber estado ahí, de haber visto las obras. ¡Y mira! La historia del Salón Independiente es en realidad una historia sencilla: 1968.

El gobierno, a través del INBA lanza una convocatoria para una exposición colectiva, que era al mismo tiempo concurso: se denominaba el Salón Solar, era con motivo de las Olimpiadas. Entre los artistas convergían sentimientos encontrados: por un lado, el ya insoportable régimen autoritario que aplastaba movimientos sociales y que ya se veía caer sobre el movimiento estudiantil en curso; por otro, los jóvenes aristas estaban explorando ya desde aquel entonces nuevas formas artísticas que no se contemplaban en las categorías de la convocatoria; además la idea de que hubiera una premiación, iba a exaltar a unos con detrimento de los otros.

¿Si las técnicas eran distintas como comparar las obras? Así que una parte muy importante de los artistas mexicanos rompieron con el gobierno y crearon su propia exposición pero como un colectivo de artistas, el Salón Independiente: SI.  

En agosto de 1968 comenzaron a organizar su primera exposición. Era un grupo muy amplio de artistas mexicanos y extranjeros, 46. Se quería que la exposición fuera paralela a las olimpiadas. Se planeó la inauguración para el 15 de Octubre. Pero luego vino el genocidio1 estudiantil del 2 de Octubre de 1968. Como el grupo era conformado por varios extranjeros, corrían un riesgo real de ser expulsados del país si incurrían en protestas políticas2. El grupo tuvo que autodefinirse como apolítico. Esta es la razón de que no haya mucho arte relacionado con el 2 de Octubre, aunque al mismo tiempo esto produjo una ruptura en el grupo.

Una de las piezas más notables de la exposición es Tlatelolco (Estudiante acribillado) de Felipe Ehrenberg, Acrílico y metal sobre caja de madera, es una doble silueta de un personaje que huye, pero que cae, de frente a nosotros, en un costado la silueta está fragmentada y atravesada por estoperoles a modo de balas. Es una obra valiente, fuerte. Al reverso de la obra el artista anotó la leyenda pinche salón, a modo de protesta por la definición apolítica del grupo.

 

Tlatelolco (estudiante acribillado), 1968 Felipe Ehrenberg

 

Es una exposición admirable, que integra a los más importantes artistas de la segunda mitad del siglo XX: José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Sebastián, Vlady, Lilia Carrillo, Alberto Gironella, Helen Escobedo, y un largo etcétera, con obras de Op Art, Pop Art, instalaciones, arte textil. Como no eran exposiciones subvencionadas, el grupo en un momento se vio sin recursos para las obras, y decidieron trabajar con periódico y cartón. Produjeron obra efímera, obra que terminó poco después en el bote de la basura y que yo creí imposible ver. Pero se reconstruyeron para esta exposición, muchas de estas obras con asesoría de los propios artistas.

Y muchas otras obras colectivas que ya no existen sino en fotos, o en película. Sí, en película de celuloide. Filmada por el grupo Cine Independiente, CI: conformado por los cineastas Rafael Castanedo, Arturo Ripstein, Felipe Cazals, Alexis Grivas, Pedro Miret y Tomás Pérez Turrent, jóvenes en aquellos años. Los artistas del Salón Independiente los habían apoyado con obra para que filmaran películas de largometraje, Ripstein filmó “Los recuerdos del Porvenir” la obra cumbre de Elena Garro; y Felipe Cazals filmó su ópera prima: “La manzana de la discordia” y un año después “Familiaridades”.

Había un compromiso de reciprocidad y los cineastas produjeron varios cortometrajes para el grupo de artistas. Estos cortometrajes, por obra y gracia de la Filmoteca de la UNAM, se pueden apreciar en la exposición. El corto documental “Salón Independiente” firmado por Castanedo, Cazals y Ripstein, es una crónica de la inauguración, muy peculiar pues los cineastas utilizan la banda sonora para caricaturizar los testimonios grabados de los asistentes que parecen no entender bien a bien aquellas nuevas formas de arte. Quizá tampoco los cineastas entendían muy bien. Los cortos de Ripstein “Crimen” y “Exorcismos” son crónicas visuales, estéticas, sobre los procesos de creación de las obras colectivas más importantes del grupo.

Son en este sentido un testimonio histórico visual invaluable del quehacer artístico mexicano. El corto “Belleza” de Ripstein es una exploración narrativa experimental, fallida, pero que apunta a la insufrible narrativa mexicana contemporánea de planos extensos e inútiles que duran 6 o 7 minutos, pero que parecen durar 6 o 7 horas. No obstante, el acto de experimentación es valioso y refleja a un grupo de cineastas mexicanos, que estéticamente son hijos de la Nueva Ola Francesa, que tratan al cine con sacralidad artística.

Pienso que esta exposición no debería ser temporal, por su gran valor en múltiples sentidos. Pienso que debería tener una mayor proyección mediática y escolar. Es un punto de quiebre en la historia del arte mexicano. Ojalá puedan aprovecharla, estará en el MUAC hasta el 24 de marzo. Como dice un ya clásico cineasta mexicano: ¡No vayan, corran!

Ya no podrán ver el rayador de queso de Zaha Hadid porque esa exposición ya finalizó, pero la próxima vez que vayan a saludar al jeque Mohamed bin Rashid Al Maktum a su palacio de Abu Dhabi, dense la vuelta por las modestas edificaciones de la notable arquitecta.     


 

ADENDA

Hay otro salón en el MUAC con una exposición que lleva por título #NoMeCansaré. Esta exposición estará hasta el 30 de marzo.

El título hace referencia al estúpido puercurador Murillo Karam, en aquella farsa de conferencia de prensa sobre la investigación de los 43, donde nació la llamada verdad histórica con aquel dudoso peritaje y que terminó con la frase: ¡Ya me cansé!

Antes de entrar al salón, en una pared hay una línea de tiempo desde que inició la Guerra contra el Narcotráfico hasta el día de hoy. Es un recuento del terror de ser mexicano en esas coordenadas, en este tiempo histórico. La exposición muestra lo que podríamos llamar arte de resistencia, quizá otros le llamen estética de la resistencia. La verdad las etiquetas sobran. Son esfuerzos por despertar la conciencia social.

Las sensaciones en este salón son ambivalentes, me admira el valor y la creatividad de los jóvenes y artistas que intervienen por ejemplo los logotipos del metro y los nombres de las estaciones, pero por otro lado me entristece la situación del país y de esta generación de jóvenes en un estado del terror. Al joven le da miedo salir, y cuando sale no sabe si va a regresar.

 

 

La pieza más impactante del salón es un mural con servilletas de manta que han sido bordadas (uno supondría que por esposas, madres, hijas, hermanas, mujeres) con el nombre y el hecho de muerte de una víctima de la Guerra contra las drogas. Aunque la pared abarca casi todo el espacio del salón son solo un puñado de servilletas, si pensamos que los muertos se estiman en casi 300 mil. Estos bordados nos recuerdan que cada uno tiene un nombre propio, tuvo un lugar en este mundo, tiene una familia que lo extraña, es una pérdida infinita.

Cada servilleta es el testimonio de un vacío que no puede llenarse. Un epitafio, una denuncia, una memoria, un grito, una exigencia, un impotencia. Por eso #NoMeCansaré  

 


1. Las leyes mexicanas ya contemplan y sancionan el delito de Genocidio, por esta razón fue llevado a tribunales en 2006 el presidente Luis Echeverría Álvarez, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha aceptado que los hechos ocurridos en Tlatelolco el 2 de Octubre de 1968, como también los relativos al Halconazo, el 10 de Junio de 1971 constituyen jurídicamente el delito de genocidio

2. José Luis Ibañez, uno de los jóvenes pilares del grupo Poesía en Voz Alta, perteneciente a la primera generación de la carrera de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM, recuerda con nostalgia y afecto al profesor norteamericano Alan Lewis, quién llego a México huyendo de la persecución maccarthista (anticomunista): fue deportado del país en 1958 por la sospecha de su participación en una marcha. 

Luis F. Gallardo Luis F. Gallardo Nació en la Ciudad de México, en medio de los cohetones que echaban los suavos y zacapoaxtlas para conmemorar la batalla de Puebla, un 5 de mayo de 1975. Pertenece a la generación 1996 del CUEC, donde estudió Cinematografía, también estudio Letras Hispánica en la UNAM. Se especializa en guiones de programas de televisión cultural y educativa, de esos que pasan de madrugada. 18 años de experiencia en docencia, capacitación e investigación cinematográfica. Ha visto un par de películas. Baila salsa.