La disminución del precio de los libros ¿fomenta la lectura?

Esperar que una disminución en el precio de los libros aumente significativamente la lectura en el país, puede no ser realista.
28 Abril, 2019
Entre 2015 y 2019, el hábito de la lectura disminuyó 10 puntos porcentuales
Entre 2015 y 2019, el hábito de la lectura disminuyó 10 puntos porcentuales

Son innegables los beneficios que trae consigo la lectura.

Además de ayudar a perfeccionar la redacción, ortografía, creatividad y conocimiento, se ha demostrado que existe un fuerte vínculo entre la lectura por placer y el vivir mejor. Por ejemplo, las personas que leen por gusto tienen un mejor desempeño educativo, establecen mejores relaciones personales, muestran menores niveles de estrés y, en general, tienen un mejor bienestar y son más felices.

A pesar de que son bien conocidos estas ventajas, parece que en México no se ha logrado percibir del todo su importancia. Por ejemplo, los datos del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) 2015 indican que menos del 1% de los estudiantes en México logran alcanzar niveles de competencia de excelencia en lectura, por lo que el desempeño en esta habilidad se encuentra muy abajo del promedio de los países de la OCDE (OCDE, 2015).

Asimismo, los datos del Módulo de lectura (MOLEC) del INEGI indican que entre 2015 y 2019, el hábito de la lectura disminuyó 10 puntos porcentuales, al pasar de 84.2% a 74.8%. En los estados de Nuevo León, Jalisco, Ciudad de México y Estado de México es donde más se lee; pero en Guerrero, Aguascalientes y Quintana Roo se registra el menor porcentaje de población lectora.

 

Porcentaje de personas mayores de 18 años que acostumbra leer. Entidades federativas, México. Febrero 2019.

 

La misma encuesta revela que son los hombres (78%) los que leen más respecto a las mujeres (71%); también se observa que son los más educados los que mayormente tienen este hábito, pues el 90% de la población con educación superior es lectora.  

Al referirnos solo a libros –sin contar revistas, periódicos y otros medios-, en México se leen en promedio 1.3 al año; si consideramos a la población que leyó al menos un libro al año, tal y como estima el promedio el INEGI, la cifra se eleva a 3.3 libros al año.  En cualquier caso, este número es sumamente inferior a los que lee en otros países como Finlandia, en donde cada finlandés lee 47 libros al año (Sabogal, 2014). Las entidades mexicanas en donde más libros se leen en promedio al año son Morelos, Nayarit, Sonora y Zacatecas; donde menos, es en Guerrero, Veracruz y Aguascalientes.

Pero ¿cuál es la razón por la que los mexicanos no leen ni libros ni nada? Según los datos de la MOLEC, las principales causas se asocian a la falta de tiempo, falta de interés y a la preferencia de realizar otras actividades. Es curioso que, por ejemplo, la falta de dinero es un elemento secundario que sólo influye en el 2% de los encuestados.

Hace unos meses se lanzó la Estrategia Nacional de Lectura, la cual busca fomentar el hábito de la lectura mediante la disminución del precio de los libros. Al respecto, cabe mencionar que esperar que una disminución en el precio de los libros aumente significativamente la lectura en el país, puede no ser realista.

En primer lugar, si presumimos que la demanda de libros no va a cambiar ante disminuciones en precios (ya que sólo el 2% de la población señala al precio como la razón para no leer), y si todo lo demás permanece constante1, (Palmos, Martín, Jaen, & Palma, 2009), los que no tienen formado el hábito no demandarán más libros aunque se los regalen. Dicho de otra manera, el costo de oportunidad (nuestra valoración del tiempo al que renunciamos por leer) es mucho mayor que el precio del libro.  

Además, disminuir el precio de los libros podría ser una política regresiva, ya que se beneficiarían a quienes tienen mayor propensión a comprar libros, los cuales son los que tienden a tener mayor capital cultural y a la vez los que vienen de hogares no pobres.

Lo que si puede afectar el precio del libro es su valoración social. Es decir, si se percibe que los libros valen poco, entonces los libros deberían ser más baratos (Granados, 2019) y lo que se busca es que los libros se valoren más, se usen y se aprovechen todos los beneficios que otorgan, así la población pagará su precio de mercado sin sentir que está gastando de más.   

En consecuencia, lo que se debe promover es el incremento de la valoración por la lectura. Por ejemplo, sería muy bueno que el sistema educativo consolide a la lectura como elemento fundamental en el plan de estudios escolares.

Resulta también pertinente dotar de bibliotecas a las escuelas, en donde el repertorio de libros/cuentos sea de calidad y atractivo para los niños, y que el espacio también este debidamente acondicionado; incluso se pueden acondicionar bibliotecas dentro del salón de clases. De igual modo se podrían llevar a cabo actividades dentro del salón como cuentos orales o realizar tareas de formación para padres con el fin de que cooperen en esta tarea.

Fuera de las escuelas también se puede fomentar la lectura, por ejemplo, instalando espacios de lectura en lugares de alta afluencia de usuarios (centros comerciales, hospitales, oficinas de gobierno, etc.); pueden desarrollarse convocatorias de concursos de escritura, lectura en público, visualización y diseño literario, entre muchas otras.

En el caso de localidades donde la disponibilidad de libros no abunda (localidades marginadas), y cuyo objetivo es elevar el acceso en términos de precios y distancias, se puede implementar un programa de bibliotecas móviles como en el caso de Chile, las cuales llegan a las comunidades a repartir libros directamente a los hogares. También en Vietnam se está implementado un programa de bibliotecas civiles en comunidades rurales, el cual permite la disponibilidad de libros de forma gratuita (UNESCO, 2017).

El reto que tenemos los mexicanos es cambiar la apreciación de la lectura como un bien de gran valía para el acceso a mayor bienestar.

 


1. Estudios empíricos demuestran que la demanda de libros es inelástica respecto al precio. Es decir, la sensibilidad de comprar libros es baja ante cambios en el precio.  

Alicia Santana Cartas Alicia Santana Cartas Especialista en desarrollo social, medición del bienestar y construcción de indicadores. Tiene interés particular por el análisis de políticas públicas. Es directora general de Simetría, AC (www.simetria.org), una organización de la sociedad civil, apartidista y sin fines de lucro.