F.C. St. Pauli, mucho más que un club

En el estadio Millerntor juega cada 15 días un club humilde, sin mucho reconocimiento a nivel mundial y que realmente nunca ha llegado a trascender en el plano deportivo. En lo más alto de este inmueble cuelgan banderas pirata y de la comunidad LGBT, sí es la casa del F.C. St. Pauli de la segunda división alemana.
A la sombra de su gigantesco vecino, este club de la ciudad de Hamburgo ha ganado una popularidad muy importante. Es difícil comprender cómo un equipo que ha pasado gran parte de su historia en divisiones inferiores de Alemania y que ni siquiera brilla por ser el equipo representativo de su ciudad, tenga alrededor de 20 millones de seguidores y 600 peñas alrededor del mundo.
El St. Pauli fue el típico club alemán que durante el ascenso de Hitler acató los dictámenes del Tercer Reich. Durante 1931 y 1969, el presidente del club fue Wilhelm Koch, miembro del partido nazi. El estadio del club llevó su nombre hasta 1998, para entonces el club ya había evolucionado en algo totalmente diferente.
La década de los ochenta fue clave en el cambio de rumbo de la identidad del club. Un día, varios aficionados del mítico Hamburgo S.V., abandonaron el equipo cansados de las proliferaciones fascistas; una situación que se veía en casi todas las gradas de los estadios de la Bundesliga. ¿A dónde ir? Al club vecino que estaba totalmente olvidado y que daba la oportunidad de empezar desde cero.
El barrio de St. Pauli es el lugar donde históricamente se ha concentrado la vida nocturna del segundo puerto más importante de Europa, con todo lo que ello implica. Bares, antros, estudios de tatuajes y uno de los barrios rojos más populares del mundo. All grupo de aficionados del Hamburgo que recién llegaban al barrio buscando un nuevo equipo, se le unieron punks y okupas de Herbertstraße (calle de St.Pauli donde se concentra la prostitución de la ciudad) que empiezan apoyar al equipo de su barrio.
Con todos los elementos para convertirse en una afición peligrosa y con discurso de odio, tomó la estafeta y bajo la bandera pirata como símbolo de rebeldía ante el futbol fascista en Alemania, se convirtió en la afición más incluyente del futbol mundial. Hoy el F.C. St. Pauli es la prueba de que otro futbol es posible.
Cuando llegaron los punks a las gradas del Millerntor, la asistencia no pasaba de los 1,500 aficionados, para finales de los noventa ya superaba las 20,000 personas. No es que el club comenzara a brillar en esa etapa, ni mucho menos. Prácticamente todas las temporadas estancados en la Bundesliga 2 y sin muchas opciones de ascender, pero el club comenzó a forjar un identidad inquebrantable, una identidad única.
La casa del St. Pauli se ha convertido en todo un templo de la inclusión, donde la afición se expresa a través de banderas y mensajes escritos en los muros como: “Say it loud, say it clear, refugees are welcome here”. A pesar de que el Millerntor es casa del club más inclusivo del planeta, la atmósfera para el equipo que la visita es todo menos cálida. El túnel que lleva del campo a los vestidores es una auténtica locura: insignias pirata que se asoman entre muros totalmente grafiteados, una oscuridad amenazante y Hell Bells de ACDC a todo volumen. Por su puesto, el túnel se encuentra debajo de la grada que ocupan los Ultras Sankt Pauli, el grupo de aficionados más apasionados del equipo.
El club pelea por lo que cree su gente, los éxitos deportivos están en segundo plano. El antirracismo, el antifascismo y el antisexismo son sus pilares; es un club que recibe con los brazos abiertos a aquellos que no son bienvenidos en otros sitios. Es un club rockero, pirata, punk, gay, de refugiados y rebelde. El F.C. St. Pauli, mucho más que un club.
