Sao Paulización de la CDMX | Invadir área de espera para motociclistas y ciclistas: 1 punto

25 Abril, 2019

Por cuestiones de trabajo llevo algunos años pasando un par de semanas al año en Sao Paulo, Brasil. Una maravillosa ciudad llena de vida, gente (el área metropolitana que incluye varios municipios, entre otras a Guarulhos, llega a los 18 millones de habitantes) y vehículos. En este sentido muy similar a la CDMX.

El tráfico es pesado, y como solución desde antes que la CDMX, se dio una explosión exagerada en el uso de motocicletas. Estas corren en anarquía por toda la ciudad, y sus tripulantes frecuentemente se accidentan, convirtiéndose en el mayor número de muertos en accidentes de tráfico.

En parte porque los automovilistas no los respetan, y en parte porque “se creen los dueños de las vialidades”, a decir muchos taxistas. “Le salen a uno de la nada, en ocasiones es imposible detectarlos, y lo peor de todo es que se enojan con el automovilista”, me dijo Paulo, el chofer que me hace el favor de transportarme (no soy fifi -bajo mis estándares-, soy un trabajador universitario, que resulta que la universidad de allá me lo asigna para llevarme al aeropuerto).

Han logrado que en las vías rápidas no puedan circular, pero más allá de eso, no hay regulación que respeten, y la policía no tiene la capacidad de sancionarlos. La solución fácil, fue más bien sancionar a los automovilistas, a pesar de que el origen del salvajismo es de los vehículos con dos ruedas, me insisten. Esta es la percepción de los Sao Paulistas.

En sociedades más organizadas, el uso de la motocicleta está sujeto a obedecer las mismas reglas que los automóviles (EU y Alemania los casos más emblemáticos). Esto significa que no hay por qué darles una preferencia por delante de todos los autos en los semáforos (“altos”).

Hacerlo, como lo hace la CDMX, es darles carta blanca para meterse entre los autos de manera anárquica. Las autoridades debieran saber que los espejos retrovisores tienen puntos ciegos donde es imposible detectar quién viene a la derecha o a la izquierda, y las motocicletas que circulan anárquicamente están sujetas a accidentes. La única manera de protegerlos es considerándolos un vehículo más, que debe respetar los carriles y los límites de velocidad, como cualquier automóvil de 4 ruedas.

Si de verdad las autoridades quieren modernizar el reglamento de tránsito, deben eliminar el área de espera para motociclistas, y forzarlos a circular como cualquier otro vehículo (como aparece en la imagen de abajo).


 

El reglamento actual autoriza y valida la anarquía de la circulación de motocicletas. De hecho, el año pasado la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México reveló cuáles fueron los tipos de vehículos que más se accidentaron en el periodo diciembre de 2017 a marzo de 2018 y resulta las motocicletas fueron las que participaron en más colisiones. El análisis contempló autobuses de pasajeros, autos particulares, bicicletas, camiones de carga, camionetas, Metrobús, microbuses, motos, taxis y trolebús. 

No obstante, la Secretaría de Movilidad de la CDMX parece no basarse en estas estadísticas (y las de Sao Paulo) para reglamentar el uso de motocicletas. Más aún, promueve que se comporten como se comportan (anárquicamente) al diseñarles el área de espera delante de los demás vehículos.

Esta reglamentación es la que está provocando las muertes de los motociclistas, pues les está autorizando pasar entre dos vehículos sin el más mínimo respeto, para colocarse en esa área. Las muertes en motocicletas valen un punto “cívico” para la autoridad.

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".