Pemex: el tiro en el pie de AMLO (y México)

El Presidente López Obrador espera que la realidad se doblegue ante sus deseos.
20 Febrero, 2019
El presidente López Obrador en la presentación del plan de hidrocarburos el 15 de diciembre.
El presidente López Obrador en la presentación del plan de hidrocarburos el 15 de diciembre.
Econokafka

Pemex será uno de los elementos que hundirá la administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador.

El Presidente no es un pragmático, sino un cegado ideológico. La energía es una de sus varias obsesiones, producto al menos de tres factores: nacionalismo, estatismo y haber experimentado el boom petrolero lopezportillista como un joven adulto en Tabasco.

Vio la riqueza y quiere que regrese, sin entender que está reproduciendo un espejismo, una estrategia fallida, además en un tiempo equivocado.

Sueña que puede reproducir su mundo de 1981 en 2021. Entonces el gigantesco depósito de Cantarell prácticamente rezumaba crudo solo, el precio del petróleo estaba en la estratósfera, y José López Portillo veía la riqueza de hidrocarburos como el escalón para llegar a la “autosuficiencia financiera” y para que México fuese una “potencia media”, como Francia (era su ejemplo). Y Tabasco y Campeche, entre otros estados, es un boom económico sin precedentes.

Y además está convencido que el Estado, bajo su conducción, puede lograrlo, despreciando al sector privado.

Hoy Pemex es muy distinto al de hace 40 años: la empresa petrolera más endeudada del planeta, con un lastre igualmente gigante de pensiones, arrastrando la ineficiencia y corrupción de una burocracia de tercer mundo, drenada en sus ganancias por un Estado voraz. Todo esto en una economía global transformada por la explotación shale y Elon Musk con sus (entre muchas otras cosas) autos eléctricos. La primera ha convertido a Estados Unidos en el primer productor de crudo, lo segundo permite vislumbrar un mundo que requiera mucha menos gasolina.

 

La obcecación obradorista

AMLO está obsesionado con el petróleo, con regresar a México al estatus de fuerte potencia a nivel mundial, al tiempo de lograr mayor “soberanía energética” en el peor de los casos y, en el mejor de ellos, la autosuficiencia.

Se trata de aumentar considerablemente la producción de crudo, al tiempo que se incrementa en igual escala la capacidad de refinación. En el mundo ideal del titular del Ejecutivo, en México se produce y refina todo el crudo necesario para el consumo nacional, sin exportar o importar nada.

El gravísimo problema es que López Obrador piensa en barriles de crudo y en litros de gasolina, no en dinero. Los pesos y centavos pasan rápido por sus labios, hablando de algunos costos, pero nunca de ganancias y sobre todo de pérdidas, porque Pemex es una empresa que ha tenido pérdidas astronómicas por años, incluyendo en refinación.

El Presidente espera que la realidad se doblegue ante sus deseos: se invertirá más en exploración, producción y refinación. Por decreto no habrá corrupción, y el huachicoleo se desplomará. Donde antes hubo pérdidas, habrá ganancias; en donde no se encontraba petróleo con facilidad, ahora abundará.

Una refinería será construida a una velocidad nunca vista, mientras que las otras seis existentes serán reconfiguradas con igual celeridad. Para diciembre 2021 se habrá dejado de importar gasolina, que además bajará de precio.

 

 

La inversión improductiva

El discurso obradorista da a entender que se escalarán los recursos para inversión en Pemex en forma notable durante 2019. No es cierto, en parte porque no hay dinero para ello. Ciertamente, se revierte la tendencia de los últimos años del sexenio de Peña Nieto, en que Pemex reducía inversiones mientras el gobierno abría más espacio a las petroleras privadas.

 

Fuente: Pemex

 

¿Qué meta tiene el gobierno en materia de producción de crudo? En los hechos, López Obrador ya canceló la Reforma Energética, porque por lo menos por tres años no habrá nuevas concesiones para exploración y producción. Esto es, Pemex va solo.

La meta del Plan Nacional de Hidrocarburos, presentado apenas dos semanas después de que tomó posesión, es producir 2.624 millones de barriles de crudo diarios en diciembre 2024. En el último mes de 2018 se produjeron 1.710 millones diarios. Esto es, se plantea aumentar la producción en 53.5%.

 

 

¿Es realista? En lo absoluto. Es una estrategia que ya se intentó y fracasó. No hubo manera de compensar el desplome de Cantarell, a pesar de inversiones masivas. En 2004 se alcanzó el pico de producción petrolera, con 3.825 millones de barriles diarios de hidrocarburos (sobre todo crudo y condensados de gas).

En 2018 la cifra correspondiente fue de 2.071 millones de barriles, esto es, un desplome de 47.3%. ¿Cuánto se invirtió entre 2004 y 2018 buscando revertir esa caída? La escalofriante cifra de 265 mil millones de dólares.

 

Fuente: Pemex

 

Esto es, el gobierno de AMLO pretende invertir menos y encontrar muchísimo más petróleo que sus antecesores. El plan de acabar la nueva refinería de Dos Bocas en tres años es igual de irrealista.

Lo único que puede preverse son pérdidas astronómicas, y esto por parte de una empresa ya quebrada por sus pasivos (deuda y pensiones). Las calificadoras eventualmente degradarán más a una empresa que va enfilada al precipicio. Si el Gobierno Federal entra el rescate, puede llevar su propia deuda incluso por abajo del grado de inversión, dado que sería abrir un agujero (en las finanzas públicas) para cerrar otro (en Pemex).

Esto es, una crisis que no debió siquiera tener lugar (como ocurrió con el desabasto de gasolina). La única forma de evitarla sería que López Obrador despertara de su sueño guajiro, en lugar de disparar a Pemex, y a México, en el pie.

 

@econokafka

Sergio Negrete Cárdenas Sergio Negrete Cárdenas Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Reino Unido. Licenciado en Economía por el ITAM. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Profesor-Investigador en el ITESO. Fue funcionario en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Gobierno de México.