Información de ingreso y pobreza en México: Úsese con precaución

Pese al gran esmero que han puesto INEGI y CONEVAL en aclarar los alcances y límites de su información, se corre el riesgo de confundirla y hacer un uso inapropiado de ella. 
31 Agosto, 2017

Ya circulan las cifras más recientes del ingreso de los hogares del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), mismas que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) ha usado como uno de sus insumos para estimar la pobreza en nuestro país.

En diversos medios la información y el análisis inician mencionando un aumento del ingreso promedio de los hogares de 2.1% y una reducción de la pobreza de 2.6 puntos porcentuales entre 2014 y 2016. Cuidado.

Pese al gran esmero que han puesto ambas instituciones, particularmente el INEGI, en aclarar los alcances y límites de su información se corre el riesgo de confundirla y hacer un uso inapropiado de ella

Y es que se ha dado a conocer una nueva serie de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), que inicia en 2016, lo que significa que una parte de sus datos no pueden ser comparados con resultados anteriores al involucrar modificaciones sustanciales en su captación.  

Además, como complemento a la información típicamente reportada, el Instituto generó cifras de ingreso alternativas, las cuales son consistentes con fuentes anteriores mediante un modelo estadístico, para el fin específico de medir la pobreza.

Usar esta novedosa información para propósitos diferentes daría una visión distorsionada de la realidad. Pero incluso restringir el uso de estas estimaciones al cálculo de la pobreza amerita advertencias importantes.

El 28 de agosto pasado el presidente de INEGI, Julio Santaella, presentó los resultados de una nueva serie de la ENIGH 2016.

 

Por su parte, el CONEVAL ha indicado que sus cifras de pobreza tendrán continuidad en el tiempo. Esto contrasta con lo ocurrido el año pasado, cuando no midió la pobreza por la falta de comparabilidad de los datos de 2015 con los de años anteriores.

Esto fue advertido de inicio por el propio INEGI y desató una gran polémica, tan grande que terminó creándose un grupo de análisis del problema donde además del INEGI y el CONEVAL participaron investigadores externos.

Hay cuatro palabras clave para entender lo revelado por el INEGI y el CONEVAL: datos, estimaciones, comparabilidad y consistencia.

No distinguirlas puede conducir a graves errores sobre los progresos que el país ha hecho, con optimismos infundados o críticas injustas a estos organismos autónomos.

Tenerlas presentes nos lleva a reconocer que lo que creemos saber sobre la trayectoria de los ingresos y la pobreza en el último año tiene un gran contenido de incertidumbre.

 

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Durante décadas, el INEGI puso a disposición de la sociedad mexicana las respuestas que los hogares habían dado al cuestionario de la ENIGH, de forma depurada y ordenada.

Llamemos a estos resultados datos. En sentido estricto estos datos son aproximaciones de la realidad de los ingresos y gastos nacionales, es decir estimaciones, al provenir de una muestra de hogares y contener las imprecisiones propias de un ejercicio hecho por humanos y sujeto a imponderables.

Estos datos eran usados por el CONEVAL para hacer la contabilidad de quienes no alcanzaban un ingreso mínimo, denominado Línea de Bienestar, y ciertas condiciones de vida en cuanto a educación, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación.

Aquellos con un ingreso menor al mínimo y con al menos una carencia, según los datos, correspondían a la población pobre.

Para el CONEVAL tomar los datos y realizar con ellos las operaciones para medir la pobreza era algo rutinario. Estos datos se podían comparar fácilmente al originarse de procedimientos comprendidos y replicados.

Sin embargo, esta comparabilidad se perdió en 2015 cuando el INEGI cambió las instrucciones que daba a su personal de campo para extraer la información del ingreso.

La consecuencia y el reclamo fue que no se podía comparar la medición de la pobreza en el tiempo por este factor.

 

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Recuperar la comparabilidad requeriría saber qué habrían contestado las personas de no haberse cambiado la forma de aproximarse a ellas. Esto no está hoy al alcance del INEGI. En su defecto ha encontrado que parte de los datos del ingreso de la ENIGH 2014 siguen un patrón similar a los de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) y, dado que ésta se encuentra disponible para 2016, puede usar tal regularidad para estimar una ENIGH 2016 alternativa consistente con este patrón.

Todo lo anterior nos lleva a varios llamados a la prudencia sobre las cifras que circulan. Hoy tenemos dos ENIGH 2016, una con datos y otra con estimaciones de ingresos (o de estimaciones de estimaciones, si se quiere ser precisos).

La primera tiene ingresos no comparables con datos previos. No hay que compararlos pues al hacerlo encontraríamos elevadísimos aumentos en el ingreso, y la consecuente caída en la pobreza, que son una simple ilusión estadística.

Por otra parte, la ENIGH 2016 con estimaciones de estimaciones del ingreso es la que se usa para calcular la pobreza y en consecuencia tiene imprecisiones dobles: las propias de los datos con que se construyen los modelos estadísticos que transforman dichos datos en estimaciones de ingreso, y las que corresponde a los modelos mismos.

Y cabría una tercera imprecisión: la del sesgo que acompaña la selección del modelo elegido, entre muchos, para hacer las estimaciones de ingreso.

Entonces, limitándonos a usar la información consistente en el tiempo ¿Creció en 2.6% el ingreso de los hogares?  ¿Cayó la pobreza 2.6 puntos porcentuales? Primero que nos digan los márgenes de error conocidos, y aun así será válido contestar: tal vez, pero con gran incertidumbre.

 

Twitter: @equidistar

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.