"¿Dónde están las pistolas y la parafernalia revolucionaria?" Una noche en el 'Che Guevara'

"La curiosidad me traicionó y se me escaparon las preguntas". Ésta es la crónica de un joven universitario, ahora reportero, que habitó por unas horas en las entrañas del mítico "Che Guevara" de Ciudad Universitaria.
8 Marzo, 2018 Actualizado el 9 de Marzo, a las 12:23
El interior del auditorio ocupado parece más un albergue que un bunker guerrillero.
El interior del auditorio ocupado parece más un albergue que un bunker guerrillero.
Arena Pública

Yo dormí en el auditorio Che Guevara.

Sí, en ese recinto que se volvió símbolo de la huelga de 1999 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y que desde el 2000 han llamado “nido de guerrilleros” de “adictos y malvivientes”. 

No me mal interpreten, mi noche en el auditorio no fue para mantener la ocupación de casi dos décadas del auditorio, antes llamado Justo Sierra, yo estaba ahí solo por negocios.

Fui invitado -junto con otros grupos- por uno de los colectivos que mantienen ocupado el Auditorio para participar en un evento cultural que daría la bienvenida a la nueva generación de estudiantes que ingresaban a la Facultad de Filosofía y Letras de Ciudad Universitaria.

Para ello debía pasar la noche previa al evento en el auditorio Che Guevara para montar el escenario que necesitaríamos en el espectáculo.

 

Pasillo de la Facultad de Filosofía y Letras que conduce al Auditorio Che Guevara.

Pasillo de la Facultad de Filosofía y Letras que conduce al Auditorio Che Guevara. 

 

Debo confesar que la situación me emocionó, nunca había entrado al icónico auditorio y menos “tras bambalinas”. Se dicen tantas cosas sobre ese lugar y sobre la gente que ahí habita, que la duda sobre lo que pasaría me generaba adrenalina.

Llegó la noche y me presenté a la hora acordada. La recepción por los habitantes del auditorio fue muy cordial, platicamos sobre el evento e incluso planteamos la posibilidad de colaborar en otros proyectos de los colectivos.

 

 

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Para quienes no estén familiarizados con la historia de la UNAM y el auditorio Che Guevara vale la pena un pequeño paréntesis.

Tras el rompimiento por parte del gobierno federal de la huelga estudiantil de 1999, que se oponía al incremento en los costos de inscripciones y reinscripciones, varios grupos del movimiento se acuartelaron en pequeñas oficinas o “cubículos” dentro de los edificios de las diferentes facultades, pero especialmente en el auditorio, con el fin de mantener la lucha.

Los espacios ocupados son valorados por miembros de la comunidad como baluartes de la autogestión y el pensamiento libre.

 

 

Comedor vegetariano que opera en el Auditorio Che Guevara.

A un costado del auditorio hay un comedor vegetariano con menús económicos. 

 

Con el tiempo los grupos se volvieron colectivos dedicados a la realización de diversas actividades como el Colectivo Carlos Marx, que organiza jornadas de alfabetización; o El Pingüino Zapatista que brinda ayuda jurídica a personas de bajos recursos. Fin del paréntesis.

Tras la bienvenida vino la cena, sé que mi misión ahí era ir a trabajar, pero me dijeron que había que esperar a que el personal de vigilancia se retirara del campus para evitar cualquier confrontación directa, pues es común que quieran sacarte de las instalaciones al anochecer.

Así el ambiente se tornó festivo, se abrieron cervezas y sí, se llenó de un fuerte tufo a marihuana, pero eso fue todo.

Contrario a lo que indican los rumores, no fui testigo de la depravación y el libertinaje que podría implicar algo como una orgía, como se dice en los pasillos de Ciudad Universitaria.

Después de eso el escenario se construyó con tarimas y carpas sacadas de los basureros de las facultades alrededor de auditorio. Es sorprendente lo que se desecha en los depósitos de la universidad.

 

 

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Cansados y con sueño, regresamos al auditorio Che Guevara para preparar las “camas” en las que dormiríamos unas cuantas horas antes de empezar el evento. Fue entonces cuando pude pasar, recorrer los pasillos y echar una mirada por aquí y por allá.

Mis ojos buscaban con atención en los rincones oscuros y detrás de las puertas cerradas; trataba de encontrar algo de lo que todo mundo dice saber que existe dentro del auditorio: un laboratorio guerrillero con armas y accesorios para hacer bombas caseras.

La curiosidad me traicionó y no pude evitar hacer la pregunta incómoda: ¿dónde están los cartuchos, las pistolas y la parafernalia revolucionaria? La respuesta fue una risa socarrona. Nuestras armas son de otro calibre, preferimos la palabra, la enseñanza, la difusión de la cultura, me dijo uno de los compañeros.

Al final no encontré un bunker guerrillero, es más, el interior del auditorio parece más un albergue que un centro de entrenamiento militar.

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