Como boomerang, violencia promovida por periodistas se revierte

No investigar, dar crédito a versiones que criminalizan a las víctimas y justificar la violencia o la publicación de imágenes explícitas sobre la violenta muerte que tuvieron algunas de las víctimas, son algunas de las prácticas que legitiman la violencia.
13 Septiembre, 2016 Actualizado el 13 de Septiembre, a las 15:28
“La Procuración de justicia en el ánimo de justificar su propia ineficacia, recurre a estos mecanismos y relaciones con la prensa para llegar a este grado de impunidad”, agrega el abogado Leopoldo Maldonado.
“La Procuración de justicia en el ánimo de justificar su propia ineficacia, recurre a estos mecanismos y relaciones con la prensa para llegar a este grado de impunidad”, agrega el abogado Leopoldo Maldonado.
Arena Pública

“Prensa si come prensa”.

Fue la dura conclusión de Leopoldo Maldonado, abogado de Artículo 19, organización internacional que defiende los derechos de los periodistas, al participar en el foro “Perspectivas de la violencia contra la libertad de expresión,” organizada por la Universidad Iberoamericana.

Los medios de comunicación han legitimado la violencia, la justifican y la normalizan, un boomerang que reporteros y empresas de noticias lanzan y después se revierte contra ellos mismos, explicó.

No investigar, dar crédito a versiones oficiales dudosas que criminalizan a las víctimas y justifican la violencia con señalamientos como “andaba en malos pasos,” “tenía relación con bandas delictivas”, “era novia de,” o la publicación de imágenes explícitas sobre la violenta muerte de las víctimas, son algunas de las prácticas que legitiman la violencia.

El “caso Narvarte,” un multihomicidio de cinco personas donde se desacreditó a varias de las víctimas, entre ellas al fotoperiodista Rubén Espinosa, de quien las versiones oficiales aseguraron que consumía drogas y algunos columnistas que la suya era una casa de citas.

Otro caso es el de la reportera veracruzana Anabel Flores, las versiones oficiales justificaron su asesinato asegurando que estaba vinculada con el narco.

“La procuración de justicia en el ánimo de justificar su propia ineficacia recurre a estos mecanismos y relaciones con la prensa para llegar a este grado de impunidad”, dijo el abogado, Leopoldo Maldonado.

Otro ejemplo es el asesinato de Moisés Sánchez Cerezo, quien publicaba un pequeño periódico con sus propios recursos: "La Unión" de Medellín,” en el municipio de Bravo, Veracruz, donde residía. Sánchez fue desacreditado porque las autoridades no lo consideraban periodista, ya que para completar sus gastos era conductor de un taxi, también activista social.

“Una persona que tiene un blog, o si es taxista que repartía sus publicaciones y siendo el único que hacía periodismo crítico en su región, pero se pagaba su labor siendo taxista, pues ¡claro que es periodista!”, aseveró con tono fuerte la ex relatora de la libertad de expresión de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Catalina Botero.

“Es importante el control de la sociedad, que se rechace la cobertura que promueve el Status quo”, asegura Botero.

De reporteros a recorteros

“En México existen más recorteros que reporteros”, señala la coordinadora de abogacía del Observatorio Latinoamericano de Regulación, Medios y Convergencia, Aleida Calleja, haciendo alusión a que los reporteros ya no investigan, recortan y pegan el boletín oficial.

“Los propios colegas terminan validando los discursos oficiales y no se preocupan por cuestionar”, dice Calleja.

Si hay una agresión contra un periodista la prioridad no es la víctima sino la versión del procurador o la autoridad competente, no se indaga a la familia de la víctima, tampoco se trabaja por corroborar la información.

Cuando se trata de un periodista la fórmula se repite, una forma en que los reporteros castigan a sus propios colegas, coinciden los panelistas.

 

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